“Después de
todo, nuestra modernidad, inmersa como está en la tecnología aunque
irregularmente y dependiendo de dónde nos situemos en el mapa, es tan sólo el
último capítulo de una larga saga que realmente comenzó con la separación
gradual entre Io natural y Io divino a principios del Renacimiento. Es allí, en
la ruptura fundamental entre un mundo espiritual y otro material que hasta
entonces habían permanecido indisociables, que reside el origen de Io que en
Occidente se llama modernidad…” Bajo las líneas y subo cierta curiosidad, una
causa casual aparentemente: “Desde el punto de vista social, la construcción de
infraestructuras supone diferentes repercusiones, ya que modificando el espacio
que contiene las actividades económicas y las formas de vida, no sólo se afecta
a la morfología territorial, sino también, y profundamente, a la sociedad:
provoca o acelera la mutación de las estructuras y de las dinámicas de los
colectivos afectados. El proceso de transformación social está determinado por
el ritmo de la construcción y acusado por el hecho de tratarse de una intervención
planificada por instancias externas…” Más adelante encontré que tal transformación social, puede ser irreversible. Bien, he combinado dos lecturas; una causa casual
aparentemente: Las construcciones, o lo que queda de ellas, nos hablan. Nos
hablan con su edad, con su historia, y con su historia nos dicen lo que fueron
(o pudieron haber sido) y obviamente: ya no son, dejaron de serlo…
“El Estilo
Internacional conoció su momento entre principios de los años cuarenta y
finales de los sesenta, cayendo rápidamente después en el desuso y el olvido.
Estos últimos fueron lentos, pero seguros: a pesar de su lenguaje futurista, la
arquitectura modernista se fue marchitando poco a poco, cambiando su colorido
lustre por una erosión paulatina, versión urbana de esas ruinas que la jungla
va lentamente recubriendo hasta hacerlas desaparecer casi del todo. De igual
manera, esta arquitectura desapareció de vista, en parte porque sus propuestas
ideales no se ajustaban a la realidad habitacional para la que fuera construida
(el caso de los grandes bloques obreros, verdaderos enjambres aislados y
alienantes) entrando en conflicto directo con sus usuarios, prisioneros de un
racionalismo cuya integridad justificadamente vejaran; en parte porque la
visión que le diera nacimiento fue prontamente superada, quedando así sus
vástagos sometidos a la implacable competencia del tiempo y la moda. En suma,
si bien las construcciones modernistas permanecieron en pie, lo hicieron a
expensas de sí mismas: abiertamente abandonadas o simplemente ignoradas,
pasaron a conformar una capa más del espeso tejido urbano, convirtiéndose en
una especie de telón de fondo modernista frente al cual las ciudades
continuaron evolucionando y sus transeúntes paseándose ciegos e indiferentes…”
Deliramos: caminamos
por la ciudad y la ciudad nos muestra su evolución a través de sus ruinas, éstas
últimas, construcciones de progreso de un tiempo que ya pasó. La ciudad vibra y
nos transmite su sentir (quizás de ahí que tanta gente haya optado por la moda
ésta de desear Buena Vibra, pero ese
es otro tema) Captamos el mensaje y lo vivimos en idiosincrasia, en ideología;
y luego sufrimos de ansiedad. Y por la ansiedad nos quejamos, y cuando las
quejas son mudas ante los oídos de nuestros gobernantes, nos desesperamos, en
silencio, frente a un dispositivo electrónico, consumiendo moda para consumar
de algún modo el llenado de nuestros vacíos. Vacíos que pueden ser desgracias,
y esto me recuerda a una canción de U2 en donde Bono canta: “en mis sueños
ahogaba mis desgracias, pero mis desgracias aprendieron a nadar…” Una causa
casual aparentemente: la canción se llama hasta
el fin del mundo…
Citas: http://www.celesteolalquiaga.com/modernidad.htm
“Las Ruinas del Futuro”
https://itt.upc.edu/recerca-i-publicacions-es/laboratorios/lesec/impactos-sociales-y-territoriales-de-la-ingenieria-civil?set_language=es
Sobre el impacto social…