jueves, 11 de junio de 2015

Dar y recibir




Suelo preferir la fecha de publicación a la fecha en que las líneas son motivadas. La cosa es que a veces la posterioridad hace de las suyas. Por eso trato de no hablar de fechas en el contenido, pero hoy lo voy a hacer: estamos a jueves, once de junio del año dos mil quince, a la una de la tarde aproximadamente. Hoy pude ser testigo de cierto acontecimiento de interés nacional, además, pude también presenciar cómo el mismo es manejado desde las redes sociales. De ponerlo en una sola palabra, la palabra es “obsceno.” Ya expuse algo al respecto mi entrada anterior. La obscenidad no la da el hecho en sí, al menos no el caso de hoy, no: la obscenidad está en ese otro lado del hecho que da vida a los comentarios impertinentes, y es que es al final esa impertinencia, la que viaja de las mentes a las bocas de todo aquél que no fue testigo sino que, supuestamente, con la finalidad de informarse, ha acudido a los medios a creer, según su ideología (porque ahora todo es según la ideología) qué fue lo que pasó para de ahí opinar y llenar a la percepción local de un morbo que será, al final, el hecho noticioso que todos alojarán en sus memorias. Hay un derecho, sí, claro, todo ciudadano tiene derecho a exigir el cumplimiento de un procedimiento a la autoridad competente, pero también toda autoridad competente tiene el deber de cumplir con otros procedimientos para la salvaguarda de los ciudadanos, así no sea de su competencia... Eso hace a una huelga reprimible, así como el uso de la violencia (reprimible también) que funge de instrumento para una paz con rencor, eso es verdad; independientemente de si se está de acuerdo o no, ese es el problema, el desacuerdo: cuando todos tenemos la razón todos nos equivocamos. Ya he dicho que la razón no es un bien sino una balanza, entonces me pregunto: quién la inclina a su favor esta vez. El mañana nos dirá. Por ahora y por lo tanto, me quedo con el delirio del regalo y de la donación, porque estoy medio loco, porque el olor de la psicoesfera no es polvo sino mierda, porque la sabiduría hiperbórea empezó con el nihilismo, verga, no lo sé; pero ya es un hábito cuestionarse y por eso lo de hoy es confuso, porque no era lo que tenía en mente para escribir. Lo que tenía en mente lo escribí primero, pero a ustedes se los coloco después. Un después que es ahorita y un ahorita que es a continuación: 

Con el tiempo hemos quedado claros en cierta confusión; tenemos, por decirlo así, un mal manejo contextual de lo que representa el hacer; sí, el hacer: un presente, una donación o el patrocinio. Le damos mucha importancia a la cuantía de un regalo cuando el gesto es lo que vale, como leí por ahí: el regalo no es la caja sino las manos que lo entregan. Bueno, algo así, pero ese es el punto, banalizamos el detalle por el detalle mismo poniéndole un precio y puesto dentro del mercado. Ah, y ni hablar de connotaciones socioeconómicas: esto no lo tiene todo el mundo. En fin, esa es nuestra primera confusión. La donación, por otro lado, es esa en donde sí debe importar qué se da, cuánto, cómo, por qué y para qué. Pero no, ahí no importa: lo que sea es bueno, no, también se banaliza, porque entonces es como si se diera limosna y la limosna es un vicio: gente que se acostumbra a que le den sin hacer nada por ello y gente que se acostumbra a dar porque, porque cumplen con su desprecio, no sé, porque sienten una lástima ahí perversa que los pone por encima del que pide y entonces, por unas monedas, los que dan se sienten benefactores. Bueno, la donación no es eso, ni nadie es más chévere porque done, la donación tiene un propósito, y en ese propósito hay una ayuda y usted entonces sabe que el dinero que dio para esa cuenta ayudaba a pagar una operación, y luego, cuando ve aquel niño o aquella anciana recuperados, entiende que su donación ayudó, por eso ahí sí importa qué y cuánto se da, y usted sabe también qué se hizo, y bueno, luego si se quiere, podemos sentirnos bien con nosotros mismos, como cuando damos un regalo que nos fue apreciado, valorado a pesar del estatus y del comercio: esto era lo que yo quería, gracias… Ahora, el patrocinio, el patrocinio es en el que convergen, o deberían converger, las confusiones del regalo o presente y de la donación, porque al patrocinar, sí hay un interés mutuo, socioeconómico, acorde a los designios del comercio… creo que deberíamos replantear estos gestos, este hacer de la gente. Creo que estar más claros en eso pone nuestros sentires en un plano distinto y más distinto todavía al dinero inmerso…

lunes, 1 de junio de 2015

Fuera de escena




En un intento un tanto fallido por darle sentido a algunas palabras, entiendo que cuando nos dirigimos trazamos una ruta,  una ruta que ha de tener un destino. Para el Teatro alguna vez la omisión fue algo obsceno, pues lo que no se hacía sobre las tablas se escondía en el pensamiento, en el pensamiento de cada uno de los presentes en la obra, en cada uno de los espectadores…  Quizás por eso ese silencio se reviste con una caja negra. Eso es lo que ven los actores y ese su empeño por que así se mantenga, hasta que se prendan las luces y llegue esa gloria que llaman aplauso y que luego se bañen todos de ese frenesí cuando el público se ponga de pie. Pero no siempre ocurre, como no siempre hay orgasmo en el sexo, como no siempre hay goles en un partido de fútbol ni jonrones en uno de béisbol. Pero pasa, y cuando pasa, es increíble, así dure un par de minutos, pero son ese par de minutos por lo que la eternidad es relativa y el recuerdo absolutamente inolvidable: volvamos al silencio y del teatro a la vida, lo que no se actúa, porque se omite, se pasea por la obscenidad: el amor es obsceno por sincero; leí por ahí, o porque no se actúa, supongo yo… entonces viene el aporte con el tiempo, lo callado o sincero que no se pone sobre las tablas; sino que reposa en el pensamiento, ataca a la moral, moral que resulta ser del teatro, y el teatro es arte y el arte es una forma de decir la verdad, pero entonces la verdad es obscena porque no toma lugar en las palabras sino en el silencio; y aquí es cuando nos confundimos y el tiempo vuelve a aportar… Hoy en día, obsceno, en silencio o no, actuado o no, es contrario a la moral. Una moral impuesta por convenciones en las que no participamos pero que debemos porque sí  acatarla. Entonces, más o menos, según la región, tenemos todos un concepto parecido sobre lo que podría ser un acto obsceno… Pasa algo afín con la pornografía. Según su origen, tiene que ver con prostitución y comercio (aquí podríamos delirar juntos, comercio con prostitución fuera del teatro, pues es obsceno, pero quien impulsa esto no lo ve así; cada quien ve qué hace con su cuerpo, no me corresponde juzgarlo) Entonces: cuando el comercio entra en lo obsceno caemos en lo pornográfico y sin meter a la prostitución, porque la moral se nos tambalea y las costumbres se nos rebelan (con b de rebelde, aquí no hay revelación alguna): vemos el precio actual del dólar, lo que cuesta la mercancía que en otros países es de segunda, el precio de lo que no producimos (y por qué no lo producimos) el discurso político, las medidas económicas, las crónicas policiales y la salud pública entre otros; otros muchos más... No sé para ustedes, pero para mi moral, esto está fuera de escena, es decir, bastante obsceno… y pornográfico… y hay quienes les gusta esa pornografía…