martes, 25 de agosto de 2020

Wasted Time

 

Todavía Ciudad Banesco era Maxis; o Maxi’s. El tema con los apóstrofes sin pocesivos fue una moda que quizàs la globalización se encargó de aclarar. Pero estamos a mitad de los 90, por ahí; en un momento en el que se remataban los vinilos por un tema de espacio y/o de tecnología. Un pana me llama; llégate, los LP – así se le dacía al vinilo entonces – los están rematando a 100. Para ponerlo en perspectiva, un CD podía costar casi los dos mil bolívares, por lo que con el precio de uno, te comprabas hasta veinte vinilos. Quedaban pocos, sin embargo la sección de rock nunca decepcionaba: por alguna razón en mi país la gente es más propensa a otros estilos, afortunadamente para mí en ese momento. Ahí lo veo: Skid Row, Slave to The Grind. Ni idea qué tocaban, yo venía apenas de un ritual de iniciación con Guns N’ Roses, Nirvana y Metallica… ah, y Megadeth, por lo que no sé por qué tanta ridiculez hoy en día con ellos, o con él, más bien.  Me gustó la portada; tenía un no sé qué que no me dejaba seguir mirando, y a 100 bolos apenas, me lo llevé. Lo puse, iba bien, normal, yo no estaba muy ducho con el estilo, tendría unos trece o catorce años a lo sumo. La cronología de este evento puede que se ubique entre el golpe fallido y el suicidio de Cobain. Llegué a este tema que se llama In A Darkened Room. Ahí me detuve. Ahí empecé a disfrutarlo: el solo, el ritmo, el grito de Sebastian. Para mí; un temazo… y pues nada, solo quería servir unas cuantas palabras en su honor. Para una época en la que ya no se graban casettes y que la casualidad depende más de un algoritmo, me provocó recordarlos. Y ahora que vuelvo a escuchar el disco, me quedo también con Wasted Time, sobre todo con este verso: “Can you live with yourself when you think of what you've left behind?”. Se me ocurrió pensar en eso y en Federico, ¿saben? Por aquello de, tratando de parafrasearlo y no de recurrir al copia y pega: qué va a saber de amor quien no ha despreciado lo que amaba. Por ahí andaba, y bueno pues, he ahí la canción. ¿Será todo sólo tiempo perdido?

 

Saludos en letras…

 

 

Aclaratoria: la imagen es referencia.


martes, 24 de septiembre de 2019

el Café



Debería prepararme un café, pero si me levanto voy a perder las ganas, sí, es increíble; las ganas de hacer algo se pierden – las pierdo – con una facilidad envidiable para el emprendimiento, este último ya como una fantasía más bien: ¿existencialismo? ¡Cuándo no! La cosa es que, mientras pienso en ese café que al terminar estas líneas voy a prepararme, voy a tratar de dejar algo aquí.

Verán, tuve la sensación de que estas cosas podía hacerlas en inglés, en algún momento creí – todavía creo – que estos escritos podrían algún día adquirir algún valor, y lo más seguro es que sí, pero eso va a pasar dentro de unos cincuenta años quizás y, para aquel entonces, no sabemos si habrá tecnología sustentable, saben, dicen que a la tierra no le queda tanto tiempo, así que lo más seguro es que esto perezca antes de adquirir valor alguno.

Eso, no obstante, no me impide volver a escribir. Verán – de nuevo – ante la imposibilidad de generar ingresos, generamos – no sólo yo – más gastos;  y esta es quizás la motivación ulterior que quería para sentarme a escribir algo: en Venezuela este tema del dinero es muy raro, como muy raro es el tema ecológico tan abanderado por la izquierda, y como muy raro es también que el único supuesto negocio que hace próspera a la gente es incursionar en la política, con todo y lo cerrado que es, pero sin duda es lucrativo.

En Venezuela los políticos parecen estrellas de rock, y bueno, ante tantas carencias, es muy fácil darse cuenta de cómo les cambia la vida una vez que el dinero – para ellos – deja de ser un problema. Lo curioso es que es precisamente en nombre del problema – el dinero – que se vuelven populares y son aceptados en el imaginario colectivo de los ciudadanos.  Para darles una idea, Venezuela tiene una serie de leyes que determinan  el cómo, el cuándo y con qué fondos un político puede hacer campaña, lo cual sólo deja al partido de gobierno con tal posibilidad, ya que está prohibido el financiamiento desde el extranjero (en teoría) sin embargo eso nunca ha impedido que siempre emerja un retador desde las filas de la oposición, como les dije antes, en política, el dinero no parece ser problema, a pesar del reducido parque industrial y del cierre masivo de pequeñas y medianas empresas, en política, una vez más,  el dinero no parece ser un problema.

¿Dónde sí lo es? En los sueldos y salarios, ahí sí tenemos un problema.  Desde mediados de los ochenta – quizás desde antes, pero la evidencia estadística empieza a resaltar es desde hace unos treinta, treinta y cinco años a la fecha de estas líneas, más o menos – desde mediados de los ochenta al venezolano le han inculcado la búsqueda del estatus a través de la academia, por lo que ir a la universidad pasó a ser un paso obligado para la mayoría de los cuarentones y cincuentones de hoy en día, más que en otro rango de edad, de hecho, hubo un momento en el que un asalariado pudo, con su sueldo, pagar sus estudios universitarios nocturnos.  

Esto trajo sus consecuencias, porque tampoco es que era fácil, al menos para aquellos que no gozaron del apoyo económico familiar - y esto es clave para entender parte  del resentimiento que viven muchos venezolanos – por ende, el título universitario pasó a ser ese gran logro por el que una familia se enorgullecía de su prominente nuevo miembro profesional. Muchos buscaron eso, el título, tanto así que hasta surgieron corruptos que lo compraban, así que pueden imaginar lo importante que fue en una época. Basta ver cómo crecieron las universidades privadas hasta más o menos el dos mil diez, por ahí.

Hubo mucho roce y contraste, al menos conceptual y constructivo, ya que muchos salieron de la universidad como profesionales, ávidos por ocupar un buen puesto que les proporcionara ese sustento y esa calidad de vida por el que el esfuerzo de estudiar de noche – y de día; esfuerzo al fin y al cabo – valió la pena. 

Y aquí llegamos. A la fecha de publicación de estas líneas, el salario promedio de un profesional universitario apenas acaricia – en muy pocos lugares – los cien dólares americanos. En muchos lugares es incluso menos, mucho menos, hay gente que gana sólo diez dólares, por ejemplo.  

Ahora sí, el café…