Yace una ventana hacia la individualidad de la ficción; un mundo del que nos sentimos creadores y de sus reglas legisladores. En un principio, cuando las obligaciones se concentran en cumplir el hábito de aprender para los demás; los momentos de escape se escogen, y la imaginación se pasea por toda una pista como esas exhibiciones de patinaje sobre hielo en juegos del Olimpo…
El tiempo no detiene su curso, y con este el concurso de la evolución de las obligaciones. Nuestra ventana, que solíamos conseguirla en cualquier habitación; se va reduciendo al punto de quedar en un solo cuarto, en un solo recinto para escapes ahora programados…
Nos visita el ruido, siempre acompañado de nuevos preceptos disfrazados de necesidades y por ende de nuevas obligaciones. Ya la ventana tiene rejas y nosotros la llave para abrirla hacia el sueño y poder soñar solos…
Seguimos en el camino del calendario y ahora desde la ventana no siempre es de día; ahora el momento de soledad tiene que coincidir con las condiciones, por lo que a veces no se tiene la llave a la mano para traspasar los pensamientos presos del otro lado del enrejado…
Se suman los días y a las noches como voluntarios a una causa de moda, mientras nos procuramos catálogos interminables de cortinas y persianas. Así contamos amaneceres y de pronto se nos olvida que había una ventana, se nos olvida de pronto que los sueños no son sólo para los quehaceres del mañana; se nos olvidan de pronto las palabras que evocan al alma…
Recordemos…
Entre tanta realidad; yace una ventana…