El consenso no precisa, si quien soba lo es por
sobón, por sobador, por sobante, o por sobista; pero para intentar todas las
intenciones, lo dejaremos en sobador.
Sin importar lo que piense, quien soba es
sobador. De ahí se desprende un principio, un culto, un ritual, una
pretensión; todo junto: la sobación. –
que no es sobadera, la sobadera es el vicio de la sobación – Expuesto esto,
analizamos…
La sobación es ese estado de inspiración por
medio del cual, una persona, – si, de una vez – por lo general hombre, acerca
sus pensamientos y canaliza sus ilusiones, tabicándose en la percepción
sensorial que se produce al pasarle la
mano a alguien (mujer, por lo general, pero sin discriminaciones). El sobador hace del tacto un lenguaje, un medio
de comunicación emisor – ojo – pero no igual a la caricia, ésta última no es propia
de un sobador. Para ésta reflexión hemos de centrarnos en el puro acto de
sobar, de pasar la mano…
El sobador es un creyente, una persona de Fe; y
ahora que lo recuerdo, Nietzsche dice, dijo, escribió que, la Fe era el nombre
que los cristianos le daban al instinto. Pero no se trata de presuntos
nihilismos, ni mucho menos de religión, sin embargo, es interesante encontrar
un tanto de filosofía en el acto de sobar. Tal vez nuestro sabio sajón no sabía
que sobar es instinto y Fe; ambos encontrados por separado en una sola acción…
Quien soba piensa – luego cree que existe – que
el hecho de sobar, lo aproxima a la provocación de a quien está sobando; tiene
Fe en que su mano es portadora de un irresistible verso de cortejo, es pues:
Don Juan De Marco y también Marcel Marceau.
Quien es objeto de la sobación, quien percibe
esas manos sagradas: ¿Será que
entiende el mensaje? ¿Será que, como dicen en otros idiomas, cae de rodillas en el amor; en el sexo?
No sabemos si el sobador convence, o si a quien soba se deja vencer; pero este
acto no es de conquistadores, y quien quiere reclamar terreno lo hace a
caricias: sobar no es, pues, un modo de seducción…
Cuando todavía crecía – Yo – me percaté de ello,
pero los entiendo (a los aun sobadores,) sobar
es un noble vicio: no importa el aroma del fracaso cuando se cree que se está
en el camino del triunfo. El sobador (con Fe e instinto) que siga, pero sería
bueno – y a esto al fin vengo – que quien es sobado haga entender a su sobador
cuán lejos está de consumarse, pero que si quiere, puede seguir consumiéndose.
El sobador también sueña, y, sobretodo: siente…