viernes, 31 de julio de 2015

¡cuánto no nace de ahí!




“Existen dos planos irreductibles, que ahora, por una apreciación errónea y subjetiva de la realidad, se han interferido o mezclado. Tales planos son: el Plano de la Realidad del Espíritu; y el Plano de la Realidad Humana. Entre ambos planos no pueden haber relaciones o conexiones, sino sinrazones: todo nexo o razón es ilusorio, no real. Pero existe, asimismo, una ley, que es la razón de la sinrazón, que protege y afirma la absoluta realidad de los planos. Y esta ley, que sostiene la razón de la sinrazón entre tales planos, es la única referencia para no perder [y valga tanta redundancia] la razón y enloquecer. Esta [suerte de] ley de la cordura exige: no transgredir los planos. No trasladar al plano de la Realidad del Espíritu entes propios del plano de la Realidad Humana; y recíprocamente: no proyectar al plano de la Realidad Humana ideas propias del plano de la Realidad del Espíritu…” 

Quise empezar este último día del mes con algo que he considerado interesante desde que lo leí. Ahora bien: nadie, ni nada, ciertamente, nos impide confundir los planos ni proyectarse desde una realidad hacia la otra… Esto no tiene mucho sentido, se nota; y ahí está esa razón balanceándose de un lado a otro de la realidad… 

Dos cosas nos mueven la balanza: la necesidad de imponernos, o, llamémosla: de ser alguien; resaltar, quizás, y la necedad de ver a otros imponerse, o bien: cuando alguien es otro… ¡cuánto no nace de ahí! Pero eso se los dejo a ustedes, sigo citando: 

“Vayamos ahora al plano de la Realidad Humana: allí la verdad es el Yo, es decir, la manifestación psíquica y volitiva del Espíritu encadenado a la Materia. Y la mentira, la Ilusión del Hombre, pero también su motor anímico, es el Dolor. [El Poder] se nutre de una fuerza que se llama dolor humano; y el hombre produce dolor y sufrimiento para alimentar [a esos que detentan El Poder]. El hombre común produce poco dolor porque para padecer la ilusión del dolor se requiere la nobleza herida del Espíritu. De aquí que grandes hombres, grandes espíritus encarnados, sean capaces de generar grandes dolores, grandes sufrimientos, grandes aflicciones, grandes angustias: [el hambre de los poderosos], exige el aporte de dolor de grandes hombres. Y esos hombres capaces del mayor sufrimiento tienen que ser capaces también de ofrecer el mayor sacrificio: su dolor debe ser sagrado... Para esto se requieren los representantes [de ése Poder], [una suerte de] Sacerdotes, Aquellos con el poder de consagrar el gran dolor…” 

“La sensación de miedo crece siguiendo una curva exponencial, que es inversa a la curva volitiva; en un punto determinado, ambas curvas se cruzan y entonces el miedo domina a la voluntad, o lo que es igual, la voluntad se debilita frente a la fuerza instintiva, y sobreviene el pánico, durante el cual lo anímico queda fuera del control racional, se vuelve irracional…” 

Como les había escrito: ¡cuánto no nace de ahí! 



Las citas, como en la entrada anterior, las tomé de El Misterio de Belicena Villca.

Saludos en letras…

lunes, 29 de junio de 2015

Pacto Cultural



El sostenimiento de un Culto a las Potencias de la Materia, a Dioses que se sitúan por arriba del hombre y aprueban su miserable existencia terrenal, a Dioses Creadores o Determinadores del Destino del hombre, coloca automáticamente a sus cultores en el marco del Pacto Cultural…
(…)
Cuando se realiza la crítica de la moderna cultura urbana del “Occidente cristiano” suelen detallarse los “males” que ésta provoca en algunos individuos: la alienación; la deshumanización; la esclavitud al consumo; la neurosis depresiva y su reacción: la dependencia a diversos vicios, desde la narcosis hasta la perversión del sexo; la competencia despiadada, motivada por oscuros sentimientos de codicia y ambición de poder; etc. La lista es interminable, pero todos los cargos omiten, deliberadamente, lo esencial, haciendo hincapié, en males “externos” al Alma del hombre, originados en “imperfecciones de la sociedad”. Como complemento de esta falacia se argumenta que la solución, el remedio para todos los males, es “el perfeccionamiento de la sociedad”, su “evolución” hacia formas de organización más justas, más humanas, etc. La omisión radica en que el mal, el único mal, no es externo al hombre, no proviene del mundo sino que radica en su interior, en la estructura de una mente condicionada por la preeminencia de las premisas culturales que sustentan el raciocinio y que le deforman su visión de la realidad. La sociedad actual, por otra parte, ha logrado [crearle una suerte de religión] de tal modo al hombre corriente que le ha transformado –milagro que no puede ni soñar la biología/genética– a su vez en un miserable ávido de lucro, contento de aplicar el interés compuesto y feliz de habitar un Mundo que glorifica la usura. 
(…)
Refiriéndose al hombre [normal], se puede decir que el sujeto anímico, con su Yo perdido incorporado, se enseñorea de la esfera psíquica, a la que puede considerarse, grosso modo, como compuesta de dos regiones claramente diferenciables y distinguibles: la esfera de sombra y la esfera de luz; ambas regiones están separadas por una barrera llamada umbral de conciencia. La esfera de sombra guarda estrecha relación conceptual con la región de la psique denominada Inconsciente que define la Psicología Analítica del Dr. C. G. Jung. La esfera de luz es, básicamente, la esfera de conciencia, donde discurre la actividad del sujeto anímico consciente durante la vigilia. El Yo, que es esencialmente una fuerza volitiva, nada tiene que ver con la naturaleza temporal del sujeto anímico, pese a lo cual permanece sumido en éste, confundido en su historia, artificialmente temporalizado, en una palabra, dormido.

Fragmentos de
El Misterio de Belicena Villca
Nimrod de Rosario