Martha me dejó, Pedro. Me dejó por un idiota casado, prefiere ser amante, ocultarse entre nombres; prefiere eso a este noviazgo, a este sincero sentimiento. ¿Puedes creerlo? Mira Fran, francamente eso se veía venir; siempre fuiste víctima de tus crímenes y lo sabes: tuviste tantos amigos al teléfono, ¿cuántas veces usaste mi nombre, por ejemplo? No es igual, Pana; ella era la más importante. ¿La más importante, Fran? Perdiste esa relación desde que caíste en el juego perverso de los egos. ¿De los egos? Si Vale, de los egos. Nuestro ego alberga dos egos, al menos así lo veo: un ego territorial; muy propio de nosotros, y un ego intelectual; de ellas. Uno lo tenemos por distracción y el otro por esencia: uno domina al otro, y evidentemente el que nos domina va relacionado al territorio. Ellas no, ellas se rigen por el ego intelectual, y este, a su vez; domina al otro. Así de real, viejo. Verga Pedro, no entiendo un carrizo…
A ver: el mal llamado machismo es un invento propio de quien complace al ego con su intelecto, una institución creada para crear excusas, para poder contraponer estos egos: tú nunca has conquistado a alguien, pero lo territorial te hace parecer conquistador; tú mismo te lo crees, y seguramente, el tal González, casado, debe creer a Martha un trofeo; cuando es Martha la que bebe del ego de la esposa mientras se entretiene con el bicho este; tal como hacías tú…
No Pedro, machismo nada; yo soy de los que piensa en la igualdad de género, pero eso no quiere decir que no me afecte. La igualdad de género, déjame ver: esa es otra institución, más moderna y menos universal que la del machismo. Me hiciste recordar a un Pana que me dijo que la igualdad de género fue un invento del capitalismo para que las mujeres, en su afán por competir, usaran faldas más cortas. ¡Cómo me reí! Pero la verdad es que el machismo clásico hizo a la fémina más poderosa aún: princesas, reinas, doncellas, damas de honor y de títulos; la virginidad y la belleza que las acerca a lo divino y a lo divinas, pero con la sola mala suerte de haber gestado violencia entre muchos hombres: acto salvaje que se empeñan en domesticar. ¿Quién se empeña? La gente, Fran; la gente, todos…
Si Pedro, ¿pero cuál es el punto? Tenemos dos egos en distinto orden con respecto a la mujer, uno se corresponde y se antepone al otro, por eso nos vanagloriamos con varias mujeres cuando son ellas quienes han sembrado todo esto a través del tiempo: el mundo es de ellas, supongo. Por eso los islámicos apelan a la represión, porque saben que el día que permitan un hombro, una pantorrilla; se les acabó el dominio: ¿a eso te refieres? ¡Entendiste Fran! ¿Y? ¿Y, Pedro? Esta historia se cuenta entre dos hombres, pero en algún otro lugar son dos mujeres quienes cuentan su historia de un hombre, o de otra mujer quizás. Para mí es un solo ego, el de quién sea, y el mío, hoy, está herido…