“
El
sostenimiento de un Culto a las Potencias de la Materia, a Dioses que se sitúan
por arriba del hombre y aprueban su miserable existencia terrenal, a Dioses
Creadores o Determinadores del Destino del hombre, coloca automáticamente a sus
cultores en el marco del Pacto Cultural…
(…)
Cuando
se realiza la crítica de la moderna cultura urbana del “Occidente cristiano”
suelen detallarse los “males” que ésta provoca en algunos individuos: la alienación;
la deshumanización; la esclavitud al consumo; la neurosis depresiva y su
reacción: la dependencia a diversos vicios, desde la narcosis hasta la perversión
del sexo; la competencia despiadada, motivada por oscuros sentimientos de
codicia y ambición de poder; etc. La lista es interminable, pero todos los
cargos omiten, deliberadamente, lo esencial, haciendo hincapié, en males
“externos” al Alma del hombre, originados en “imperfecciones de la sociedad”.
Como complemento de esta falacia se argumenta que la solución, el remedio para
todos los males, es “el perfeccionamiento de la sociedad”, su “evolución” hacia
formas de organización más justas, más humanas, etc. La omisión radica en que
el mal, el único mal, no es externo al hombre, no proviene del mundo sino que
radica en su interior, en la estructura de una mente condicionada por la
preeminencia de las premisas culturales que sustentan el raciocinio y que le
deforman su visión de la realidad. La sociedad actual, por otra parte, ha
logrado [crearle una suerte de religión]
de tal modo al hombre corriente que le ha transformado –milagro que no puede ni
soñar la biología/genética– a su vez en un miserable ávido de lucro, contento
de aplicar el interés compuesto y feliz de habitar un Mundo que glorifica la
usura.
(…)
Refiriéndose
al hombre [normal], se puede decir
que el sujeto anímico, con su Yo perdido incorporado, se enseñorea de la esfera
psíquica, a la que puede considerarse, grosso modo, como compuesta de dos
regiones claramente diferenciables y distinguibles: la esfera de sombra y la esfera
de luz; ambas regiones están separadas por una barrera llamada umbral de
conciencia. La esfera de sombra guarda estrecha relación conceptual con la región
de la psique denominada Inconsciente que define la Psicología Analítica del Dr.
C. G. Jung. La esfera de luz es, básicamente, la esfera de conciencia, donde
discurre la actividad del sujeto anímico consciente durante la vigilia. El Yo,
que es esencialmente una fuerza volitiva, nada tiene que ver con la naturaleza
temporal del sujeto anímico, pese a lo cual permanece sumido en éste,
confundido en su historia, artificialmente temporalizado, en una palabra, dormido.
”
Fragmentos
de
El
Misterio de Belicena Villca
Nimrod
de Rosario