lunes, 7 de noviembre de 2011

Términos sin terminal…


El secuestro de los términos está de moda, así lo hemos permitido. No se crea turista donde lo ven como inmigrante, no compare su visión de residente cuando usa anteojos de visitante. El significado de un término cualquiera va ligado al lugar y al momento de su pronunciamiento; más allá de la voz que lo dice, de las manos que lo escriben o de la piel que lo vive. Es más, va más allá incluso de los gestos, de las palabras; de las imágenes. Lo que somos y queremos ser es fruto del momento y del lugar...

Vale recordarlo…

viernes, 4 de noviembre de 2011

Apellidos Comunes


Se me cierran las ventanas del mundo pensábamos todos uno por uno. Un tal Pérez confesaba que lo único que le movía el alma era la estupidez: mucha gente redunda entre preguntas y respuestas pareciendo eco del eco, Yo los detengo con mi interrupción; capto su atención, consigo esa expresión propia de los rostros y tan sublime que sin hablar me dice: ¿Eres estúpido? Un gesto tan sincero como pocos si es que hay otros; un gesto que me da el poder de ser Yo quien pone la frase en el pensamiento del estúpido verdadero, sin necesidad de decirlo ni de decírselos. Un Rodríguez cualquiera acotaba que su importancia se basaba, más que en la estupidez, en el constante requerimiento: no pido favores, no importuno, pero sé que al no molestar, molesto. Me llaman constantemente para pedir que haga aquello, que haga esto; no quiero hacer lo uno y lo otro mucho menos, pero me siento muy solo cuando nadie interpone algún requerimiento. Hablaron los Martínez, que sin unos cuantos tragos no pueden decir ni sonreír: la vida es tal cosa, las cosas de una tal vida. Márquez: Márquez calla viviendo de los testimonios y del regocijo que se procura con el silencio…

Se es Pérez en ocasiones, la rutina puede llevar el apellido Rodríguez, cualquiera es Martínez en una reunión, y a veces, en la sobriedad de la soledad, se llega a ser Márquez…



Saludos en letras…

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¿Nunca mentimos?


Se me escapó un delirio y lo hice frase: la Verdad es excluyente, dicotómica. Cuando no libera, condena. A diferencia de la mentira. Acto al que le rindo homenaje hoy a causa de otro delirio: con la reserva de una verdad nace una mentira…


Se me ocurrió pensar en el amor y en la política, nada parecido al amor por la política, o las políticas del amor si es que tal cosa existe. Pensaba en estos dos temas separadamente, unidos por mentiras y verdades del día, de la voz y del silencio. Para que un argumento que emane de un discurso político sea verdad, necesariamente tiene que ser para unos y algunos, al decir que es para todos, sólo se me ocurre invocar al primer delirio. En el amor pasa algo similar: hay que callar (reservar) alguna verdad de vez en cuando para preservar al sentimiento, y aquí cito al segundo delirio…


Entonces: ¿Nunca mentimos?