Lo malcriado en
nosotros pudiese considerarse como un cuadro viral con el que nos acostumbramos
a vivir: eso está dando. Es típico. Y se le atribuye en un
principio a una interpretación errónea de los amores primarios. De ahí quizás
lo morfológico del término. Con el pasar del tiempo se pasa a la inconformidad,
para luego enrumbarse en una incansable búsqueda hacia el temor. Finalmente; el
objetivo yace en la admiración. Así pues solemos creer que mejor nos admira
quien nos teme que quien nos ama. No dejamos de evocar a la infancia. Algunos
estudiosos le dicen depresión, porque a lo mejor en ello se esbozan atisbos de
inseguridad, puede ser, pero si deliramos un poco, y nos creemos el cuento de
que nuestra personalidad se forma de capas; cual cebolla, la inseguridad se
pela primero y por pelarse mal, además de llorar, en este caso nos deprimimos. Llegamos
a la rabia, a la envidia, y confundimos todo eso con infelicidad. De ahí
pasamos a las pastillas y a las prescripciones de químicos. En eso nos
mantenemos, especialmente si descubrimos un buen vicio que nos justifique algún
trastorno. Es que yo soy así. Pero el
tiempo no deja de ser perfecto, y no es sólo el de Dios, por lo que dejarán
algún día de temernos – quien sea que nos tema – y esa derrota nos la
desquitamos con el amor. ¡Qué fácil ser difíciles! ¿no? O mejor dicho: ¡qué difícil
ser fácil! Por eso el conflicto es una especie de paz y por eso la paz; siempre
anda en conflicto…
Blog dedicado a la redacción de escritos, en su mayoría originales. /Blog focused on original writings mostly
jueves, 20 de febrero de 2014
martes, 18 de febrero de 2014
Exceso de medicamentos…
Dos coleccionistas
debatían entre valor y el esfuerzo como extremos de una balanza, para darle
peso a sus satisfacciones. El primero aseguraba que el esfuerzo estaba por
encima del valor (pecuniario) puesto que la suma de dificultades superadas, es
la que engrandece al objeto símbolo del logro. Por otro lado, el otro
coleccionista anteponía el costo al esfuerzo; la sapiencia (o sabiduría) dan
poder al tino de hacer del gasto una inversión, al final, el resultado es lo
que se exhibe. Entonces, entran al debate dos nuevos elementos en búsqueda de
equilibrio: ¿Cuál es el honor del costo y cuál es provecho del esfuerzo? –
usted, que quizás cuestione lo leído, ¿prefiere pagar, o esforzarse? Dirá que
no guardan relación, y a esto vienen éstas palabras – Hay gente que hace los
trámites y hay gente paga a un gestor. Pero el tema no es de papeleo sino de
convicción, y hemos llegado… un par de niños se crían, cada uno con su familia,
está el que pide porque le dan y está el que pide porque le exigen. Pero hablar
de niños requiere de estudios ulteriores que quien impulsa estas líneas no
posee. La cosa es, llegar, en un momento, a entender al menos algunas
reacciones. Cuando usted reclama, por ejemplo, suele hacerlo basándose en una
sensación, cosa que nos devuelve al principio – esfuerzo y valor – y por la sensación hacemos muchísimo, lo cual
es lógico, porque la palabra en sí lleva encima un tremendo peso histórico… Fue
escuchar, viajar, anhelar, enviar, ir y encontrar su camino, hasta que llegamos a la mente y así a los
sentidos. La gente que influye lo sabe, por eso el sentir se oferta y aunque sea
por un ratico lo pagamos, como cual droga, para que luego nos quede el vacío –
y bueno qué son las drogas si no químicos para sentir - ¡Exacto! Valor.
Esfuerzo. Sensación… ¿y esperanza? Pues sí, pero… habrá que tener cuidado con
los excesos, la vida puede ser muy atrevida y por atrevida, repentinamente,
eternizamos al vacío…
Todos somos
coleccionistas…
lunes, 17 de febrero de 2014
“Porque su aspecto verdadero es precisamente su aspecto oculto…”
Introspectivo, o más bien “¿Cómo
les explico que necesito odiarlo?”
“Hay gente que afirma amar a la
humanidad, otros responden acertadamente que sólo se puede amar en singular, es
decir a personas concretas; yo estoy de acuerdo con eso y añado que lo que vale
para el amor vale también para el odio. El hombre, ese ser ansioso de
equilibrio, compensa el peso del mal que cae sobre sus hombros sobre el peso de
su odio. Pero intenten orientar el odio hacia la mera abstracción de los
principios, hacia la injusticia, el fanatismo, la crueldad, o si han llegado a
la conclusión de que lo odiable es el propio principio de la humanidad, ¡traten
de odiar a la humanidad! Este tipo de odio es demasiado sobrehumano y por eso
el hombre para aliviar su furia (consciente de la limitación de sus fuerzas),
termina por orientarlo siempre hacia un individuo…” sin importar cuán
cercano sea y aunque quizás pueda ser circunstancial… claro, desde la
perspectiva del sujeto. Pero antes de esto, Kundera también toma la perspectiva
del objeto, o de quien es objeto a partir de la imagen que los demás se hacen
del mismo (de uno, en este caso)
“Comencé a comprender que no habría fuerza capaz de modificar esa imagen
de mi persona que está depositada en algún sitio de la más alta cámara de
decisiones sobre los destinos humanos; comprendí que aquella imagen (aunque no
se parezca a mí) es mucho más real que yo mismo; que no es ella la mía sino yo
su sombra; que no es ella a quien se puede acusar de no parecérseme, sino que
esa desemejanza es culpa mía; y que esa desemejanza es mi cruz, que no se la
puedo endilgar a nadie y que debo cargar con ella…” A partir de su delirio, y del mío, se explican
ciertos silencios:
“…tengo dentro de mí un sistema
de seguridad contra la vergüenza que funciona muy bien y me impide abrirme
demasiado ante la gente, manifestar mis sentimientos delante de los demás; y leer
versos no sólo me da la impresión de estar hablando de mis sentimientos, sino
que además es como si al mismo tiempo estuviese haciendo equilibrios sobre una
sola pierna; esa falta de naturalidad implícita en el mismo principio del ritmo
y la rima, me llenaría de confusión si me entregase a ella sin estar solo…”
Fragmentos de La Broma, de Milan Kundera
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