lunes, 13 de octubre de 2014

Puede que el estatus ya no sea algo bueno, y puede que el conformismo de no mejorarlo sea aun peor…


No quiero copiarles la definición de estatus social, pero conseguí esto con lo que me dieron ganas de escribir: “El estatus [social] suele ser adscrito en virtud del sexo, la edad, las relaciones familiares y el origen, con lo cual el individuo queda inserto en un grupo social específico, independientemente de su capacidad o sus logros. Hay, por otra parte, un estatus adquirido, que se basa en el nivel educacional, la ocupación, el estado civil y otros factores que suponen esfuerzo personal. Los grupos de estatus difieren de las clases sociales porque se basan en consideraciones relativas al honor y al prestigio y no a la posición puramente económica. El estatus relativo es un factor determinante de la conducta interpersonal y la competencia por el estatus parece ser una motivación fundamental en los seres humanos…” y me quedo con lo último, que, más que motivación, pareciera ser una necesidad, pero no simplemente, ni solamente: con el tiempo, una necesidad no satisfecha puede engendrar desesperación o frustración, dependiendo de lo que alberguen las personas como logro o esfuerzo. Quizá nos sintamos frustrados, pero la desesperación nos arropa primero (y así entramos en calor) por lo que el tema del estatus define, mejor, nos define, en una búsqueda errante…
¿Es la situación que vivimos lo que nos molesta tanto? Puede ser, pero molesta aun más el hecho de que ese estatus se vea amenazado… ¿nos revelamos entonces? Bueno, esto sugiere la gran pregunta: ¿a qué estamos dispuestos por ello (El estatus)? Ajá, eso está bien pero… entendemos que por mucho convencionalismo que nos dicten los medios y su publicidad, no llega igual a todos, así como ninguno tiene porqué ajustarse al mismo precepto convencional… Hay unos cuantos que disfrutan de la buena vibra, que consiguen sonrisas en eso de las cosas sencillas… Encontré un filósofo (Byung-Chul Han) el cual dice, más o menos: que tanta positividad nos ha condenado al agotamiento [y concateno un poco] Puede que el estatus ya no sea algo bueno, y puede que el conformismo de no mejorarlo sea aun peor… quienes nos gobiernan lo saben, y por saberlo nos controlan: acaso creen que el embotellamiento y las “horas pico” son casualidades de ciudad; creen que eso es un mero fruto demográfico. Acaso la inseguridad no es también otra forma de control. No hablemos del horario de trabajo: todo el mundo a la misma hora en cuatro paredes, detrás de un escritorio, quejándose de su estatus…
Un delirio más que les dejo.
Saludos en letras…

martes, 30 de septiembre de 2014

disfruta de las cosas simples: es sólo uno por persona…




Caminemos, no tenemos qué decirnos. Cada uno mira sus zapatos, sus pasos, el ritmo que lleva un pie respecto al otro, unas pocas pausas; ahí dice que no se pise la grama y seguimos, en silencio, algo de bulla para los adentros. No puedo saber en qué piensas pero pudiera inferirlo, sin embargo no es mi problema, trato de aplacar mi propia bulla, ésta, la que me hace caminar y pretender que pienso…  La primera bulla que tuve que aplacar fue el recuerdo de dos amigos: disfruta de las cosas simples, sí, simplemente es satisfactorio ser atendido después de una hora de cola para pagar por uno de estos productos que se compran sólo uno por persona. Una anécdota para contar: conseguimos desodorante y ayudamos a la señora de los pañales, ya que como bien se sabe, es sólo uno por persona (eso debería ser el nombre de un libro, de una banda, de un cuento, es más, debería ser el nombre de un principio filosófico: el pensamiento y el actuar del sólo uno por persona: disfruta de las cosas simples) Había más bulla, esta tenía cierto matiz de dolor (quizás la palabra no sea apropiada, pues no es arte lo que se está plasmando, pero ocurre durante el silencio de una caminata; a lo interno pues, entonces uno pinta, esculpe, dirige, crea y sobretodo, cree, por ende, el dolor también se pincela: por qué no) Esta bulla dolorosa tenía un verde triste, como el de la grama que estoy viendo mientras camino, un amigo trataba de solventar un problema mecánico que por lo económico se convirtió en un problema de pareja. Pagó. Pagó por un servicio, pero no sirvió: el dinero no lo es todo, el dinero no compra la felicidad; disfruta de las cosas simples: es sólo uno por persona… Los chicos del otro vecindario hacían bulla también, es probable que los oyera porque íbamos en silencio, se ven alegres, jocosos. Voy de la grama al concreto y las palabras se escuchan, se empiezan a entender: el dinero no lo es todo, el dinero no compra la felicidad; disfruta de las cosas simples: es sólo uno por persona…

lunes, 29 de septiembre de 2014

Lo asiduo acaba en costumbre y al acostumbrarnos nos volvemos espectadores




Porque todo el mundo sufre, porque todo el mundo llora” y porque todo el mundo se queja también. Qué es la queja. Esto es interesante; al parecer tiene que ver con querella, un término usado para la reclamación, pero, no es una reclamación en sí. Reclamar lleva implícito un derecho vulnerado, por eso se reclama y tampoco tiene que ser un desacuerdo, pues éste último deviene de un punto de vista. La queja es otra cosa, la costumbre de quejarse es algo más, ulterior, distinto, sí, es eso, una costumbre, un hábito, un vicio, no sé… también manifiesta un dolor, una molestia, puede que sea todo junto en la percepción de quien se queja. Pero por qué se queja usted. No le gusta lo que hace su pareja, no le gusta cómo sus gobernantes administran las riquezas del país, le incomodan los cercos de dominio bajo los cuales se le limita el tránsito y el pensamiento… En la búsqueda del equilibrio como sistema: qué se contrapone a la queja, con qué busca usted el alivio: euforia, drogas, alcohol, medios de comunicación, medicamentos, infidelidad, catarsis, protestas pacíficas, consumo, ciencias alternativas; a ver: cuál es el alivio para esa queja con la que no se deja de despotricar… Lo asiduo acaba en costumbre y al acostumbrarnos nos volvemos espectadores, entonces, eso de la queja puede que sea un show, digo yo, pero sin ánimos peyorativos, aunque la queja sí se anima de esa forma: peyorativa: esperamos lo que no ocurre, o lo que no deja de ocurrir; así nos quejarnos: para ir corriendo hacia el presunto alivio, al menos el alivio de turno. Una mujer se queja de su marido, típico, con lo que, en términos químicos: segrega, cual sudor por el ejercicio; la necesidad del alivio… Acude a un amante, a las copas o quizás al centro comercial de turno, quién sabe. Los medios se encargan de proveer la idealización del alivio en cualquier cosa, cualquier cosa que estimule al consumo…  así que nos consumimos, para luego rehacernos de la queja y agrandar en cifras esos pasivos, los que también serán objeto de la queja… Un hombre amanece y las noticias lo llenan de quejas, se inmoviliza, espera la llamada de un amigo para salir a hablar de esas quejas, cada uno con un trago en la mano, porque si no, cómo se ríen, hace falta estar medio borracho para ser medio divertido, bueno, así los hay… la queja los hace a la medida, pues hay quejas para todo, para todos…  No ocurre lo que queremos, por eso tenemos que gastar, he ahí la inversión, el equilibrio pues…