Estaba
leyendo y como suele ocurrir, tuve que detenerme. No fueron las obligaciones,
bueno, sí, pero no por eso voy escribir ahora; tampoco fueron las
preocupaciones: esas las dejo para otra entrada. Se me han combinado ciertos
pensares, Pamuk tuvo la culpa. Sus citas serán en otra entrada, pero quizás no,
o bueno; quizás no acerca de lo que tengo en mente…
Imaginemos
a tres personas: Leo, Tina y Pablo, tres personas que se relacionan; tienen
algo en común que las ubica juntas en un momento determinado y que, dada cierta
frecuencia que les incluyo, puedo decir que están dentro de un círculo: amigos,
conocidos, compañeros de trabajo, de estudio; algo de eso... Es de suponer que
cada uno tiene características propias que lo definen, pero ahí es adonde llega
esto, y la lectura; y las ganas de escribir… no son tres personas, no, son tres
cuerpos, de los cuales al que llamo Tina, tiene, digamos, otra Tina dentro de
sí que piensa, siente, calla y grita según lo que vive. A ella quiero llamarla
la Tina de Tina: un ser que no sólo habita ese cuerpo sino que tiene la
facultad de crearse otros seres, a partir (del delirio, no, no es el caso) de
la interacción, luego, con algo de constancia y, por supuesto, sentires y
pensares y todo aquello; tenemos, dentro de su mente: a un Leo de Tina y a un
Pablo de Tina también. Claro; cada persona con la que se topa habrá de hacerse
un espacio en su ser, pero intento que esto sea breve, y ya creo que está lo bastante
enrevesado; como he escrito al principio: imaginemos a tres personas…
Pasa
lo mismo con Pablo y con Leo, en ambos yace una Tina, muy diferente en cada
uno, y es obvio, por eso no siempre pensamos lo mismo de alguien: no creo que
el hijo del presidente tenga el mismo concepto de su padre que tiene el pueblo
al cual gobierna, por ejemplo… En Pablo hay un Leo, y viceversa, y bueno: ahora
las circunstancias…
Pablo
presenta atisbos de malcriadez, de niño le faltó atención de sus padres y éstos
la compensaban con complacencias nocivas a beneficio de no ser molestados (un
punto delicado; cuando los hijos molestan) Pablo aprendió a hacer del berrinche
un medio para un fin, y así creció, y bueno, bajo parámetros como el mencionado
es como Pablo crea a sus seres, un Leo y una Tina que no son un fin, sino un
medio. Pablo se enamoró de Tina…
Leo.
Leo fue novio de Tina durante cierto tiempo mientras estudiaban en la
universidad. Años más tarde conocieron a Pablo, cuando los mandaron a hacer las
pasantías. Pablo ya trabajaba para ese entonces, pero el flechazo no nació ahí,
ni tampoco la ruptura, para ese momento eran sólo tres personas…
Tina,
bella, mujer, emprendedora; muestra ese leve complejo que muchas personas de
origen humilde no logran superar. De ahí le nace la muy conocida vanidad
simulada, una cosa que los hombres atribuyen al género, pero que el que teclea
éstas palabras no lo cree así. Impecablemente vestida, siempre, y siempre
acorde a los designios de la moda. Se conocen, y la convivencia les dio la
oportunidad…
Pablo
y Tina hoy son novios, pero la Tina de Pablo siempre suele diferir con la Tina
de Tina, sin embargo; ésta última siempre termina inmolándose para que el
complejo se mantenga, pero cuando la Tina de Tina está a solas, se refugia en Leo. Pero no en el Leo de Leo, sino en el Leo de Tina, ese caballero al
que sólo le faltó dinero para verse como un príncipe. Cosa distinta al Leo de Leo que más bien tiende a la anarquía, y que cuya Tina, es, nada más que un
consuelo del pasado…
A
pesar de las diferencias, los cuerpos responden a sus memorias. Algo que Pablo
aún no sabe, porque su Leo es sólo un adulador, un compañero de trabajo al que
él, por lástima, lo llama amigo. Lo que no sabe el Pablo de Pablo es que el
Pablo de Leo es un imbécil, y cornudo; pero el silencio hace que las muecas
tomen el lugar de los seres de cada uno. De ésta forma, cada mañana, tres
personas que imaginamos se dan la oportunidad de sonreír y tomarse un café…