lunes, 10 de enero de 2011

De la carretera


Siena, hija de Pancho y Roberta, hereda el negocio de sus padres. Con el sol como patrón para su abrir y cerrar de ojos, esta señorita se dispone a procurarse el sustento en una sociedad de árboles, frutos, y una doble vía que de cuando en cuando le dejaba algún pensamiento y un poco de dinero…


La noción del tiempo le llegó un día cualquiera que bajo la supervisión de su jefe, se detuvo una pareja cansada y ansiosa por unas mandarinas. Siena recibía, junto con algunas monedas, un calendario y la información necesaria para empezar a contar a partir del doce de enero…


Cada vehículo que paraba por la recolección temprana de Siena, le dejaba un presunto objeto de palabras, producto de su insaciable curiosidad. Conoció nombres distintos, familias distintas, amigas y amigos en grupo; uno que otro libro, uno que otro piropo…


Siena logró conseguir una especie de deleite, que se basaba en juzgar a las personas por los vehículos que usaban al llegar a ella. Advertía que un auto gigante, casi siempre iba manejado por un hombre, y que estos eran susceptibles de ser clasificados en amables y groseros querendones. Algunos de los carros lucían muy bien conservados; de estos solía salir alguna mujer de cierta edad, por lo general muy amable y con muchas preguntas personales. Le encantaban esos vehículos con familias completas, ya que la mayoría de las veces conocía niños que le regalaban sonrisas; a veces las suficientes para estar contenta el resto del día…


Hubo tiempos en que el Patrón necesitaba aumentar las ventas, y a espaldas de Ella, se reunía con algún colega para dibujar hoyos en la carretera y así hacer que más vehículos se detuvieran por su parada. En esos momentos, Siena tenía más trabajo que el de costumbre, y aunque le daba más dinero, se le reducían los diálogos y la colección de nuevos pensamientos…


Los ángeles del estado, a veces de parte del Sol, a veces en contra del mismo; arreglaban la carretera para evitar que tantos autos se detuvieran por aquel lugar; al menos así lo veía Ella...


Un día, un hombre de auto gigante la enamoró, la hizo madre, la llevó a las cercanías de la Ciudad; que era de poco interés para Ella. De esta manera, la colección de pensamientos se convirtió en recuerdos que revivían por las noches cuando sus ojos cerraban y sus sueños despertaban…



martes, 4 de enero de 2011

In vino veritas



La Soledad y el Silencio suelen resaltar algunos detalles que pasan desapercibidos en las tertulias y sus choques de copas… El Vino en una botella se toma unos cuantos segundos para ocupar la copa vacía y ansiosa; tal como el alma a punto de saborear un trago con su cuerpo… En la copa a medio llenar reposa la concurrencia de sorbos que traerán pensamientos y sensaciones en recuerdos. Se humedecen los labios, se cierran los ojos; se suspira: se piensa… Sorbos amargos de felicidad color sangre, restos Esperanza que se escurren por las paredes del mundo; un mundo de cristal que se sostiene en pocos dedos ligeramente trémulos ante el poder de la Soledad y sus acompañantes… En la boca: el sabor del futuro, de la voluntad duradera hasta que se traga el recuerdo; así, precisamente. Como el mundo de cristal y la mesa de la conciencia; sobre la misma en que algunos sorbos se han derramado… El suspiro llega de último y se trae algunos nombres que se pronuncian recordando pieles…




In vino veritas, in aqua sanitas



Salud (en letras...)