lunes, 18 de julio de 2011

Despotricar y Vanagloriarse



Empezaron a extrañarse Las Ganas de Despotricar y El Vicio de Vanagloriarse sobre la sal y el azúcar de la realidad que albergan los sacos de las mentalidades. Sonaban las llaves de las cerraduras de la Disposición en cada puerta del pensamiento.


Algunas dudas tomaban las calles como una especie de intento de emancipación; por lo que reclamaban y proclamaban aislándose de la gente y sus sacos polvorientos y agridulces…


Los pies buscaron refugio en la arena, esa que consiguieron al trazarse el norte y al pasar las montañas, tal como quien comienza una nueva vida después de ver la luz al final del túnel. Los rostros esperaban las reflexiones de la brisa del mar; esperaban también al horizonte del respeto en el ocaso de los argumentos, en la puesta de la última luz del día; y con la esperanza de conmover la percepción de quienes necesitan la vanagloria y de quienes no pueden dejar de despotricar…


viernes, 15 de julio de 2011

Difícil es a veces imaginar



Giraba la perilla de mi vista intentando verme: verme como me ven, verme como creen que me veo, pero me invadía la torpeza de no saberme imaginar y en lugar de hacerme cuerpo desde el ver de los espejos, hice piso del techo y comencé a caminar hasta toparme con el abismo, que por cierto; viendo así hay más abismos que lugares para afianzar los pies y los pasos. El camino de los techos se termina rápido, es decir; del piso, a eso me refería…

El techo se desvestía del gris y se adornaba con tierra en pequeñas porciones. Plantas y flores lucían como lámparas sin interruptor cercano para poder encenderlas.

Me sentí mareado, la claridad venía del fondo del precipicio y no lograba detallar lo que observaba. Algunas nubes paseaban, circulaban como vehículos de transporte público privado; bastaba con dejarse caer para zarpar sobre alguna de ellas, quería saber adónde iban a ver el atardecer, dónde pernoctaban; dónde conseguían el descanso, o quizás si tenían ganas de ser lluvia. Pero este problema de imaginar sin salirme de la realidad me impedía, me hacia abstenerme de dar ese paso; ese salto.

Quedé al borde con muchísimos pálpitos desobedientes. Las otras caras caminaban con los pies en el techo sin percatarse que  los veía; que los veía con miedo…

Se me empezaron a confundir los gestos, el lenguaje de los rostros. Los que sonreían parecían odiarse, los serios lucían como opresores de sus sonrisas. Vi ganas de llorar, pero no vi lágrima alguna; vi cómo había tanta soberbia en expresiones de humildad. La gente, boca abajo, hablaba, y así lo creo; de política y esta parecía una especie de afrodisiaco para las ganas de conversar…

Difícil es a veces imaginar. Esperaba que La Gravedad fuera cómplice para ver al menos algunas faldas, pero entre el miedo a las nubes y el mal ejercicio de ver como en los sueños; las faldas no caían.

Decidí armarme de valor y salté, y luego de un juego de abrir y cerrar de ojos y mucho vértigo; me encontré en un salón de clases sentado, con el piso en el piso y el techo en el techo; serio, como los demás; escuchando política y con pena de participar…