martes, 1 de octubre de 2013

Codes


“Hay quien no sabe lo que le interesa hasta que empieza a hablar de algo que le aburre…”
J.D. Salinger El guardián entre el centeno

Desde que me da por hacer de mis delirios escritos, he empezado a creer – y a convencerme – de que es placentero el hecho de contar algo con palabras en un texto. Estoy empezando El Péndulo de Foucault de Umberto Eco y me encuentro con que “el mundo de las letras y de sus vertiginosas e infinitas permutaciones es el mundo de la beatitud, la ciencia de la combinación es una música del pensamiento, pero fíjate, has de proceder lentamente, y con cautela, porque tu máquina [o tu cerebro] podría proporcionarte el delirio, no el éxtasis…” a mí lo que me proporciona es el nacimiento de la última a partir de la otra, por eso este blog ha venido llamándose como se llama. Antes de eso Eco dice: “La palabra debe comerse muy lentamente, puede disolverse y volver a combinarse sólo si se ha de derretir en la lengua, y hay que tener mucho cuidado de no babearla..., porque cuando se evapora una letra se rompe el hilo que iba a unirnos a [emanaciones] superiores...” Hablaba de Dios, pero me encantó el contexto. Luego, y ya para dejar al ilustre tranquilo, me deja con esto, y por eso dejé de leer para empezar a escribir: “si desplazas una consonante sin conocer su poder, una de tus extremidades podría cambiar de posición, o de naturaleza, y quedarías brutalmente contrahecho, por fuera, de por vida, y por dentro, para toda la eternidad…” Las palabras son una de las formas más populares de develar lo que se encuentra encriptado en cada silencio que nos produce la percepción cotidiana, sin embargo, las costumbres impuestas nos impulsan a decir lo que se piensa sin pensarlo muy bien; eso hace que se nos distraigan los porqués que se terminarán conformando con la compra de algo, exclusivo, que nos agrupe con otros confusos más, así terminaremos compartiendo la distracción y no el motivo que produjo el silencio original. Los sentires se entretienen mientras se aburren los pensares, lo que siempre está a punto de descubrirse ya nos lo explicaron y nos lo vendieron con las miles de maneras que hay para no estar solo ni en silencio; averigüemos un poco la confesión del otro que seguramente el otro estará averiguando la de nosotros… Quiero esto y quiero aquello, casualmente algo dentro del comercio, es impresionante cómo hemos de sentirnos extraordinarios siendo cada vez más convencionales… ¿Pero de dónde viene lo de ser único? De lo que alberga ese momento de silencio, ése, que se distorsiona con la letra errada y crea a las palabras inciertas…

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Estilo, destila...



Pongamos que uno comprende que todo es absurdo, entonces no puede ser tan absurdo porque uno es consciente de que es absurdo y la conciencia de ello es lo que le otorga sentido. ¿Me entienden? Es un pesimismo optimista…” Charles Bukowski, Pulp

Llama mi atención este fragmento de uno de los libros de Helena Blavatsky: El “Tiempo” es sólo una ilusión producida por la sucesión de nuestros estados de conciencia en nuestro viaje a través de la Duración Eterna, y no existe donde no existe conciencia en que pueda producirse la ilusión, sino que “yace dormido”. El Presente es solamente una línea matemática que separa la parte de la Duración Eterna que llamamos el Futuro, de la otra parte que llamamos el Pasado. Nada hay en la tierra que tenga verdadera duración, pues nada permanece sin cambio, o es lo mismo, durante la billonésima parte de un segundo; y la sensación que experimentamos de la realidad de la división del Tiempo que se conoce como Presente, nos viene de la impresión de la momentánea vislumbre, o vislumbres sucesivas, de las cosas que nuestros sentidos nos comunican, al pasar dichas cosas de la región de lo ideal, que denominamos el Futuro, a la región de los recuerdos a que damos el nombre de Pasado… y en la Música se sabe algo de esto pues el tiempo es controlado por la emoción y el sentimiento, un concierto, un estado de éxtasis en el que los presentes son invitados a sentirse más que a contarse a través de las notas que se han vertido en una canción para llegar así a cada alma que, sin saber, yace en una fusión sensorial que juega con los recuerdos y con los planes venideros, la música, a mi entender, hace relativo al tiempo. Extraño ¿no? Cuando la música es grabada, cuando proviene de un trabajo producido – con producción entendemos comercialización – el tiempo, y sus momentos; es distinto, controlado,  y es distinto porque se cuenta, entonces la noción del tiempo – si es que se le puede llamar así – estriba en el control de los momentos (vividos, vívidos, y por vivir) Pero eso se entendió hace mucho porque con el control vino el orden, y con el orden vinieron las etiquetas – a nosotros nos gusta más el término Estilo – que destilan parámetros para de esta forma establecernos en un grupo con semejanzas que no sabemos de dónde vienen pero nos sentimos tranquilos por cómo nos llevan. Nace un precio y, ¡qué bueno cuando podemos pagarlo! Justo, lo llamamos… La Música suele tener muchas más respuestas…