Lo que empezó como una burla se
hizo también un juego. Una costumbre que no data de muchísimos años; “la viva
esperanza, las expectativas favorables depositadas en personas o cosas.” Los
significados cambian con el tiempo y como signo de una conveniente y convenida evolución de las palabras.
En un intento por delirar,
pareciera que la unión de unas cuantas sílabas tiene un valor cual dinero
circulante en billetes de baja denominación. Unimos varios para dar con una
cantidad mayor, para alcanzar el precio de eso preciado; bueno, así se le toman
a las palabras: inflación y devaluación, conversión y control cambiario. Ya
Galeano habló una vez de inflación
palabraria, yo me refiero a usos alternativos, tipo contrabando, o
chanchullo; como decimos aquí…
Tomemos un papel en blanco,
escribamos con tinta, con grafito o con tizas, con un portaminas casi dañado
del que sólo se puede esperar rasgaduras para el papel, bueno, con cualquiera
de los mencionados, luego tratemos de borrar para escribir de nuevo; una
misiva, una confesión de frustración. Enseñémosla a alguien, una, tres, cinco y
cualquier impar que se nos ocurra en veces; siempre quedará la curiosidad de
qué hubo escrito antes, más aún que el mensaje de ahora, y eso pasa con las palabras, que siempre albergan un par histórico y distinto y cuya carga se
deja entrever a causa del tiempo y de las veces (y no debe ser casualidad que
para el inglés ambos sean time)
¿Pero cuándo dejó la ilusión de
ser burla para ser esperanza? ¿Qué fue ilusionarse?
Para quienes hoy en día
respiran, la ilusión es un motor de vida que bajo ningún concepto debe dejar de
funcionar, eso hace que entre en el comercio, que se venda, que se rente y que
se pague con el fruto del trabajo.
Lo que le vemos a las
celebridades, lo que se pone de moda, lo socialmente admirable, los temas de
conversación; el sensacionalismo – y no como vicio periodístico, sino como grandilocuencia
de lo vivido – “la vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda…” ¡Y
vaya cómo la contamos!
No en balde la ilusión,
que etimológicamente empezó como un juego, sea hoy en día destino de nuestra
pasión y despecho; tal como el amor…
¡Salud!