Puente en construcción.
Así dice el anuncio que me topo cada vez que visito a Animus. Duermo para soñar y empiezo el camino, emprendo vuelo, pero
llego a una cueva, la cueva dice Pensamientos, pero debido a que su entrada es
muy baja, he de dejar de volar. Camino, los pasos no se afincan mucho ya que el
suelo es blando, pero desconozco si es arena, si es barro, desconozco de qué
está hecho. Puedo seguir el paso pero sin premura, el tiempo de los sueños es
paciente, busco con mis manos, percibo la textura y tomo un poco para
contemplar el material, gris, pero fuera de mi conocimiento, podría imaginar
que así es la arena de la luna, pero eso es producto de lo que traigo en mi
bolso – olvidé decir que al soñar, siempre cargo un bolso – suelo llenar ésta,
más bien mochila, de nombres, me gusta pensar que sueño con gente real pero que
en la realidad ignoro, o me ignoran, no he determinado el poder de mis deseos,
por ahora, sigamos adelante sobre este suelo gris y suave, neutro, sería una
mejor palabra, libre de prejuicios, sería mi interpretación, camino, veo
preguntas esparcidas y respuestas guindando, dudas de mi realidad, de la
certeza de mi futuro, el futuro no es incierto, inciertos son los hechos
sobrevenidos, y depende, porque hay veces en que el presente te va dejando
piezas para avisarte que parte de un todo habrá de completarse, y que el tiempo
de los despiertos es más emocional que el de los sueños, por lo tanto, la
impaciencia puede que venga de afuera, diferente a esta paciencia, que viene de
adentro, leo Cuándo, y sin tilde también: Cuando, leo Por qué, así como Porque,
pero de resto son puntos suspensivos…
Abro el bolso y saco
algunos pronombres, la primera pista para las preguntas. Por lo general es así,
la duda es como la oportunidad, ambas tienen que ver con gente, como los
nombres que traigo a mis sueños, pero no hace falta la pronunciación, la voz de
los sueños tiene su propia lengua, cualquiera que vea a otro dormir lo sabe
cuando el dormido habla, pasamos por el dialecto, sin traducción. Empiezo a
preguntar dentro de la cueva: ¿por qué ella? ¿Cuándo tú? ¿Por qué nosotros? El
viento sopla y empuja las respuestas, deduzco que un tú hacia mí es un yo,
entiendo entonces que la respuesta es conmigo, pero no se qué responder. Busco
en el bolso, pero me pongo nervioso, temo no sacar el nombre correcto, es raro
el azar del sueño, decido mejor quedarme con la duda y despierto…
Nada, un día lleno de
porqués y de cuándos, por ejemplo, ¿por qué tanto tráfico, tanta crítica y
tantos tontos fundamentos? No hay un solo porque para alguno de mis porqués,
pero bueno, esperemos a la noche…
Dicen que el amor se
refleja de distintas maneras, por ejemplo, una metáfora relativa al tiempo, a
propósito del amor, es cuánto tiempo se toma el ser amado en llegar a tus ojos
al saber que esperas a la entrada de su hogar. Pero, cuando el hogar es el
mismo, ¿aplica? – Supongo que aquí deberíamos poner más de un porqué, en una, y
en dos palabras – Las razones varían, por eso dicen lo que dije al principio:
el amor se refleja de distintas maneras. Corrí con suerte y volé un poco antes
de volver a entrar a la cueva y antes de escaparme de las preguntas viudas y
las respuestas huérfanas. Sigo adelante, abro el bolso, el animus es un puente,
un puente dentro de una cueva, me imagino. Así de grande es esta cueva y así de
muchas son las dudas. Despierto…
Olvidé decir que soy
chofer con carro propio, llevo para acá y llevo para allá, ven, búscame, y
justo cuando iba buscando, pum, choqué el carro. Otro día de porqués…
La arena de la luna
empieza a humedecerse, pero ya no son mis manos mi camino, estoy descalzo, uno
no sabe cómo va vestido cuando está soñando, percibo una orilla, un mar
plateado de poco oleaje, paso de respuestas a ventanas, ventanas sin transparencia,
parecen cuadros, una galería, pero de lejos lucen como estrellas, y como
estrellas iluminan, veo algo como mi rostro a través de las ventanas que
guindan, pero no me veo solo cada vez que me asomo, en una, por ejemplo; me vi
acostado acariciando las piernas de un nombre importante que siempre llevo en
mi bolso, es el nombre de mi presente, un presente que también es futuro. En
otra ventana me veo como si fuera un niño, en otra como si fuese un animal, un
animal desconocido. Hay una ventana que resalta, parece vieja, empañada, la
textura del clima es rara pero lo deduzco por un par de palabras trazadas con
un dedo, como si alguien hubiera estado aquí antes y se detuvo en una especie
de aburrimiento; se leen Silencio, y Olvido. Aunado a las preguntas, esto más
bien sería una reflexión, en el bolso cargo antagonismos, por lo que puedo
hacer conjeturas: ¿cuándo olvido? O ¿por qué del silencio? Porque el recuerdo
tú, y del ruido yo... Despierto…
Hay cierto alimento
para el despertar con mal humor cuando se duerme con dudas, algunos sueñan con
lo que no tienen, otros sueñan con lo que no comprenden. Eso explica los
reflejos de la mañana, esos instantes frente al espejo tratando de aceptarse, y
de resignarse a una afeitadora, o a un set de maquillaje, el día promete ser
igual, pero hoy no trabajo, ando sin carro, así que empiezo a caminar…
Curiosamente las dudas
se disipan con los pasos, distinto a los sueños, hay como un comprensión
mientras se lleva el ritmo en las aceras, o quizás sea sólo olvido y silencio,
para volverlo a recordar en el próximo sueño…
Una playa de noche es
más real, pero quizás esta playa queda en la luna y dentro de una cueva, con
ventanas, recuerdos y palabras, todo haciendo ruido mientras avanzo, ahora que camino
en el sueño, es extraño, pero sigo soñando lo mismo, es probable que los
pronombres no hagan tanta falta, porque siento que el único indicado es yo, o sea, soy yo: quien camina y duda
dadas las sensaciones e incertidumbres de la realidad del día. Ya no hay más
arena, ni mar para mis pasos, sólo un letrero al final de esta vía: Puente en
construcción…