Una
duda con llave, para las puertas de mi percepción: ¿vale la pena? No,
sinceramente; pero el guayabo colectivo y circulante de todos los días, de los
extraños y de la familia, te envuelve en una suerte de simpatía depresiva y por
ahí te solidarizas… conjugamos al entristecer en todas las personas: tú, él,
ella, ellos, nosotros, y me incluyo… se convierte en tu moda intrínseca: me
gusta estar triste… y es que es cómodo, es hasta alegre, relajante; no poder (o
no querer) hacer algo, a propósito del factor entristecedor, te otorgará
indiferencia con el tiempo, así te acostumbras a que eso es normal… y entonces
viene alguien y se alegra. Epa: ¿acaso es por estar triste? No, sinceramente; pero
el guayabo colectivo y circulante de todos los días, de los extraños y de la
familia, te envuelve en una suerte de envidia opresiva y por ahí criticas;
invitando a todos a conjugarse, para así poder incluirte; porque eso que ves en
el otro lo podrías ver en ti, pero te desprecias, y por eso desprecias que ese
otro a su vez no se desprecie también: no lo toleras; y luego te enfureces:
porque quienes no se conjugaron en tu normalidad ahora sientes que te abandonan,
y de ése abandono renace un miedo primario: ¿es culpa de tu infancia? No,
sinceramente; pero el guayabo colectivo y circulante de todos los días, de los
extraños y de la familia, te envuelve en una suerte de pretexto inquisidor y
por ahí te acreditas… te otorgas el derecho a auto compadecerte, sin dejar que
nadie más se conjugue; cerrando todas las puertas, y dejando a la duda sin
llave…
Blog dedicado a la redacción de escritos, en su mayoría originales. /Blog focused on original writings mostly
jueves, 1 de octubre de 2015
lunes, 21 de septiembre de 2015
autodesprecio
“No hay nada más animal
que una conciencia tranquila
en el tercer planeta a partir del Sol”
que una conciencia tranquila
en el tercer planeta a partir del Sol”
“Somos como un buque
en medio del mar del tiempo y el autodesprecio
es una fisura en el casco por la que el agua entra. Le sirve al adversario
cualquier cosa para hundirnos, de lo más simple a lo más complicado, y le basta
con un simple agujerito donde empezar a golpear, a descargar su veneno… Generalmente comienza haciéndonos odiar,
criticar, juzgar, condenar, despreciar, etc., por otros que tenemos en
derredor, un maltrato, insulto, lo que sea que ofenda el orgullo y que hiera
clamor propio, ahí ya comienza a generarse miedo, preocupación por sí y
consecuentemente autodesprecio, pues es como si fuésemos una manzana que es
golpeada y comienza a pudrirse donde sufrió el golpe.
El odio recibido es el que absorbemos y con el
que nos odiamos. Entra en nosotros y lo convertimos en autodesprecio. Por
ejemplo, si nos han dicho, ‘feo’, eso sigue resonando como eco sin cesar, nos
golpea, genera miedo, nos hundimos y la angustia nos ahoga, cayendo hasta la
desesperación… El problema es que nos auto flagelamos, nos seguimos castigando
y no nos perdonamos… no solo no perdonamos a otros, sino que no nos perdonamos
a nosotros ser imperfectos, defectuosos, y nos llenamos de miedo, preocupación,
surgiendo el obsesivo pensar siempre en sí, y el dedicarse a sí mismo, ese
buscar como ser amado y no despreciados.”
“Las personas que han vivido
traumas en su infancia o han soportado rechazos y críticas severos y
prolongados pueden vivir en un constante estado de autodesprecio… La vergüenza
está a menudo asociada con [ello]. Algunas personas prefieren permanecer con
relaciones que detestan porque cambiar la relación les hace sentirse
avergonzados”
“Es triste que nunca nos
definamos por lo que somos y tengamos que poner siempre en la vitrina de
nuestra vida nuestros diplomas”
“El autodesprecio
surge cuando se cree que se es inferior y ello se vive como algo vergonzoso,
humillante. En sí, es una presunta inferioridad, ya que, cuando se analiza con
un mínimo de objetividad, se comprueba que no hay motivos de peso para
considerarlo tal, o que, en cualquier caso, se le está dando una importancia
subjetiva desmesurada… Lo habitual es que todo esto se lleve en el secreto de
la propia intimidad y que tenga una importante carga subjetiva… muchas veces,
aparentemente, no resultan evidentes desde el exterior, pero suelen constituir
un intenso y profundo motivo de desasosiego, y condiciona bastante la
personalidad y el comportamiento de quien las sufre.”
“el reconocimiento no
es una cortesía sino una necesidad humana vital”
“Amar a otros no es tenerles
lástima, eso es debilidad y es signo de autocompasión, es la evidencia de que
nos tenemos lástima a nosotros mismos… La lástima parece compasión, pero en el
fondo es desprecio. Nos autodespreciamos,
no nos amamos debidamente, no nos valoramos, solos nos echamos abajo,
criticamos y no vemos nada bueno o apreciable en nosotros y no nos cuidamos
debidamente tampoco… Fingimos que eso es humildad, parece, pero no lo es, es
orgullo… Es el orgullo malherido, nos odiamos porque fuimos odiados,
despreciados, pospuestos, descartados, reemplazados, no amados o mal amados,
entonces, nos creímos despreciables, no amables, reemplazables, descartables,
etc… Ahí comenzó el odio a sí, el autodesprecio, nos odiamos porque fuimos
odiados y de esta manera se va haciendo una cadena.
A veces es un golpe, otras un desprecio, puede
ser también un insulto o la misma indiferencia de almas muertas, orgullosas y
desamoradas que por ello se incapacitan para amar y sólo pasan por el mundo
como entes indolentes o como odiosas ardientes.
Así como tenemos que perdonar a
otros para ser libres de la tentación del odio, también tenemos que perdonarnos
a nosotros mismos, aceptarnos, vernos limitados, defectuosos y humanos y
perdonarnos, no despreciarnos por ello… Hay almas que dicen que se aman, pero
en realidad son vanidosas, no se aman, fingen amarse, en el fondo se ahogan en
tristeza, se tienen lástima mientras que se mueven desesperadas en el mundo
para parecer perfectas y eficientes… Cumplen con todo, incluso hasta hacen por
demás, y eso que parece bueno desde lo superficial, encubre la tristeza, el
miedo, la preocupación por sí y acaba por demostrar un esfuerzo egoísta de un
alma orgullosa que busca aprobación, aceptación, adoración.
Eso es lo que pone en evidencia
que esa alma se mueve por miedo e interés, finge amor, finge atención, finge
aceptación, etc., porque el miedo la domina, controla y somete moviéndola a
hacer todo esto con la intención de ser amada, aceptada, tomada en cuenta… Está buscando la forma de imponer que no la
desprecien, y así se hace evidente que le dolió y no ha perdonado el desprecio
padecido con anterioridad y que tampoco se perdona a sí misma… No se
perdona a sí mima porque se exige perfección para lograr aceptación, no acepta
ni la suposición de ser imperfecta; sometiéndose a un régimen de terror, de autoexigencia para lograr eficiencia.”
“Hemos aceptado los
lemas más estruendos y paternalistas, la ganga verbal de unos sacerdotes
ostentosos, elásticos en la moral, dispuestos a inflarse cada tarde a la
hora del sermón… Somos los protagonistas de un largo halago del fracaso, y sólo
nos queda la traición o la fuga… En una arrogancia propia de la infancia hemos
crecido; sin antes albergar un solo mito, una sola expresión afortunada de
nuestra condición”
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