Palabra
interesante ésta: costumbre, que según algunas fuentes, viene de consuetudo, es
decir, del hábito, pero más interesante es incluso hacer de este presunto
hábito un verbo, una acción: acostumbrarse y, a eso vengo: nos hemos acostumbrado.
Nos hemos acostumbrado a que creer es como pensar y a que soportar es así como
una forma de aceptar… Escuchamos, o leemos, sea cual fuere el medio: percibimos
un hecho noticioso y pensamos (no, creemos) que eso se debe a cierto mal manejo
de algunos dirigentes, entonces nos topamos con el sobreprecio y lo soportamos
(lo aceptamos) por eso la queja termina siendo una especie de retórica, quizás
dialéctica, o parábola, o alguna palabrita que nos lleve a aceptar (aquí si,
aceptar) que lo difundido por los medios tiene su punto y por ende, esa debe
ser la verdad. Una verdad creada, no resultante, una verdad que debe ser creída
(si, de creer) pero entonces cuestionamos: si al final la vamos a creer, no
necesitaría ser una verdad, pero resulta ser un argumento suficiente, y
suficiente nos basta para ponernos a pensar, pero… si pensar es creer… bueno…
que nos difundan lo que sea… al final, de cuestionarnos, lo vamos a hacer los
unos a los otros, dialéctica pues, pero sin filosofar…
Blog dedicado a la redacción de escritos, en su mayoría originales. /Blog focused on original writings mostly
sábado, 28 de noviembre de 2015
jueves, 26 de noviembre de 2015
Una suerte de capricho eso, eso que llamamos convicción…
Cosa
sublime ésa de creer para sí lo emanado de alguien, mas, cuando ese alguien se
refería a alguien más. Así de ilusas son las convicciones, o los caprichos,
quién sabe. El Caribe, o el mar, ha hecho de nuestros puertos nuestra forma de
percibir las cosas, y pareciera que en cada cabeza hubiese un puerto, distinto
al refrán ése: cada cabeza es un mundo. Pues no, podría ser más bien: cada
cabeza es un puerto… y el mar nos trae, y del mar recibimos… luego; luego
aprendemos; pero en ese proceso se pasa un tiempo, no es rápido, o instantáneo,
al contrario: hay que sumar muchísimos instantes para que, de los patrones que pudiéramos
establecer, poder pensar, reflexionar... pero mientras, mientras esperamos qué
nos trae el mar: izquierda, derecha, dictadura, desamor con democracia, qué se
yo, yo apenas me hago mi propio muelle, a ver si soy capaz de entender algo un
poco más allá de lo que puedo leer… y puede que en las palabras esté la cosa,
porque no sé cómo explicar lo que siento, pero percibo algo; y es que ese algo,
alguien: puede que no tenga que ver conmigo, o con nosotros; si es que tú
piensas lo mismo, pero uno se empecina, uno no espera que lleguen a su muelle,
uno empieza a pegar gritos a cuestas en las costas… y gesticula: deformamos el
rostro en muecas que ni entendemos: a éste qué le pasa… todo porque vemos que
el mar algo trae, algo asoma y queremos llegue primero a nosotros, a mi muelle,
luego corremos a tierra firme, más bien al valle, a exhibirnos unos a otros lo
que el mar prácticamente nos trajo a todos pero sólo a algunos les llegó al
muelle, así empezamos a envidiarnos, porque es así: cuesta reconocer el
esfuerzo de un individuo. Estamos acostumbrados a recibir del mar… cosa sublime
ésa, creer para sí lo emanado de alguien…
Suscribirse a:
Entradas (Atom)