jueves, 6 de octubre de 2011

La reunión no volvió a repetirse… #FE



Se reunían Los Escépticos a la orilla del mar. Era un culto a la realidad del Ser y Estar. Un momento que se describía con descontento para drenar y así entender a las ganas de vivir. Algunos consideraban que vivir consistía en aceptar; insistían que las dádivas del destino estaban representadas en las migajas que caían desde los banquetes del Poder. El sueño, para Ellos, era una especie de trastorno con el cual algunos podían hacer dinero a expensas de otros que creían soñar…

Una vez por semana, porque la realidad pesaba mucho en zapatos de rutina. Una vez por semana se escuchaban unos a otros, se lloraban el despecho y se gritaban la impotencia. Para concluir el evento, se practicaban un baño que vendría a representar el ahogo de la Fe. Se pensaba, según su extraña y escaza creencia, que Fe era esa mancha en el alma que incitaba al conformismo y producía una especie de esclavitud…

El tiempo, en complicidad con la realidad, solía regalarles sonrisas por separado; sonrisas que para cada uno de ellos, formaban parte de una rutina; una especie de placebo para seguir el día. Un día Nina, hija menor de Antonio, se sorprendió con alegría al ver que su padre había llegado temprano de su reunión de cada viernes. Este al llegar, sorprendido, le pregunta: ¿A qué se deben las sonrisas? Y Nina le dice: Papá, la felicidad es la recompensa de la Fe; acaban de pasar por las noticias que la playa donde tú vas con tus amigos se desbordó y acabó con las casas de todo el sector, mucha gente había ya evacuado, pero todos ustedes tenían el teléfono apagado…

La reunión no volvió a repetirse…

lunes, 3 de octubre de 2011

Su visión del acoso (Primera parte)



Corre el rumor de Dayana y el nuevo jefe. Lo de siempre; largos ratos en privado, horas extras, llamadas sabatinas, el aventón a la casa por aquello de la caballerosidad, y todos los ingredientes esenciales para suponer un clásico idilio de oficina. Nada nuevo en un mundo de lunes a viernes. Boris, el jefe, como se ha de esperar, es un hombre casado; casado con la hermana del antiguo jefe, el cual, también, como cosa rara; incursionó en el oficio del cortejo para obtener, sin éxito, el corazón y el cuerpo de Dayana. Dante, conocido como el “exjefe,” a diferencia de Boris; practicaba la compra del amor con los beneficios de la investidura del cargo, nada nuevo tampoco, pero sin la esperada recompensa; más por parte de las lenguas del trabajo que por él mismo…

No sabemos si Dante era un tema de conversación entre los presuntos amantes, pero se cuenta por los pasillos de la historia de un hombre y su devoción por el acoso. Dayana, que sin ser Diana, tenia ese porte de princesa, de diva; ese que su padre debió haber asumido para darle el nombre, más por como se pronuncia que por como se escribe; pero los nombres, afortunadamente según algunos, no tienen errores en la escritura…

Boris divagaba, se preguntaba; dudaba, se respondía para sus adentros. Hablaba con los discretos (los más chismosos) sobre la autenticidad del acoso como condición en la persona moderna. Boris sostenía que el acoso, más que un problema, era una opción. La persona que acosa lo hace desde la comodidad de un computador, de un teléfono; últimamente resulta fácil averiguarle la vida a alguien. Me gustaría haber conocido a un acosador en los ochenta; nos comentaba (Yo también estuve ahí ese día.)

No me contuve y me incorporé. Jefe, ese es un punto de vista; pero es más que eso, es más bien como un virus en la red. Todo el mundo sabe que quien crea la cura primero creó la enfermedad. Hoy en día hay más depresivos, trastornados; todo por el estrés todopoderoso. Aunado a esto, las terapias de grupo, la autoayuda, las religiones de la globalización. No sólo es fácil ser acosador, sino que está de moda serlo. Usted dice que se elige, yo le sumo que se elige porque se puede, porque es una especie de tendencia…

Una tendencia peligrosa, una tendencia que hace daño; alguien dijo. ¿Hay tendencia que no genere daño? Preguntó Boris…


Su visión del acoso (Segunda parte)


Nos incorporamos al trabajo y al silencio, Dayana entró un largo rato a la oficina del jefe…

Ayer apareció Bárbara, la hermana de Dante. Fue a ver a su esposo, fue a hablarle de lo extraño que se comporta su hermano.  Boris entendía que su papel en este guión para telenovelas, era el de televidente; por lo que al finalizar la entrevista con su mujer, salió de la oficina a contarnos el capítulo de estreno…

Boris asumía que el ejercicio del buen oyente obedecía una especie de complicidad. Se excluía de la historia, como si no formara parte de ella. Se olvidaba que Dayana era la mujer más deseada de la oficina, y a mi particularmente me encantaba Bárbara. Olvidaba que Dante fue adorado por su gestión como jefe, y al parecer también olvidaba que todo el departamento estaba al tanto de la historia…

Otro día, como cualquier día; Dayana fue requerida a la oficina urgentemente; eso se decía. Se apresuró desde la repisa donde se prepara el café. Dejó  un vaso a medio tomar junto a unas marcas de lápiz labial, y con esto; su teléfono, el cual descansaba sin dejar de avisar la constante llegada de mensajes…

No había gato alguno para que lo matara la curiosidad. Lo que sí había era gente; gente sedienta de emoción por la tragedia ajena. Alguien (no Yo) tomó el aparato, el arma implicada, el depositario de las pruebas del delito; la pieza fundamental para la historia. Se encontraron diálogos escritos: Dayana y Boris, Dayana y Dante; Bárbara y Dayana, en estos; las menciones sin sorpresa y las menciones sorprendentes:

Dayana y Boris, junto con los distintos nombres para Bárbara y el apodo de Dante. Dayana y Dante: Boris aquí; y Boris allá. Bárbara y Dayana: ¡Bárbara y Dayana!
 
Boris siempre lo supo: el acoso, más que un problema, era una opción. Una opción que todos elegimos, y de esta forma revelar que era Dante el acosado por Dayana. Resulta que si hubo mayores acercamientos. Bárbara, desde la primera que nos vimos, nos seguimos en todas las redes sociales habidas y por haber; el acoso era mutuo. Boris, Boris lo intentó, pero para sorpresa de los colaboradores de este guión; todo aquello en donde se veía un romance, no fue más que un verdadero intento fallido. De Boris nos quedó su visión del acoso y a veces recordarlo en algún ocaso, sea el caso…


FIN (del chisme)

Eso de “predecir” no se entiende…


Esto. Sí, esto. ¿Por qué nos pasa?
No lo sé, pero alguien lo predijo.
¡Alguien lo predijo!
Si, alguien.
¿Alguien, o algunos?
No sé si fue uno, o unos.
¿Cuál es el plural de alguien, por cierto?
No sé, no sé otra vez.
A propósito: ¿Cómo alguien predijo? Te pregunto porque predecir, entiendo; ocurre antes de decir. Lo cual invoca indudablemente a un pasado; por eso lo dijo antes. ¿Cierto? Si lo predijo, entonces hablamos de un pasado del pasado. Mi pregunta es en presente.
No sé tampoco. También.
¿Tan bien?
No, también, también que no es tampoco.
Entiendo.
Menos mal.
¡Tan bien, también!
Lo predijo porque para el momento en que lo dijo no se pensó que ocurriría; pero ya ves.
Veo que fue predicho y dicho, porque cuando lo predijo lo dijo.
¡Qué enredo!
Si. Eso de “predecir” no se entiende. Ni “postdecir” tampoco…
¡También!
Tan mal