Cuando una mujer sonríe el momento se viste de fotografía instantánea para hacerse recuerdo inmortalizado en el pensamiento, para ser inspiración de buenas acciones, pensar en la armonía de la Paz, y en el sueño del progreso...
Coloca algunas palabras al lado de tu imagen; yo me encargo del suspiro...
Quisiera apropiarme del sorbo de aire que tomas justo antes de unir tus labios, para así darle existencia a ese gran anhelo que pasea por mis pensamientos...
Hacer de mi piel y labios, objeto de cada uno de ellos.
Existe una extraña tendencia en la evolución humana de buscar constantemente y en cualquier rincón social, el placer de la autodestrucción. Un culto bizarro y de muchos recurrente, con el que se pretende llenar alguna inexplicable carencia que produce el hecho de vivir.
Hacernos daño y desarrollar nuevos mecanismos para ello, por encima de titularnos masoquistas, representa unión entre los eslabones Deber, Tristeza, Felicidad y Preocupación; los cuales, por así decirlo, componen la cadena que cada uno lleva entre el cuerpo y el alma.
El detalle se encuentra en la doble moral del entorno, la cual tiende a disfrazarse de Legalidad; y precisamente en esta última pienso, al recordar aquello que llaman Propiedad Privada. Por lo que entiendo, o quiero ver así: cada Templo es imposible de ser usurpado, nace y muere con un solo habitante; con un alma solamente.
Me concedo el privilegio de tejer algunas sonrisas que rememoren unos cuantos sueños…
Sonrío ante el caminar de una bella mujer,
sonrío y suspiro también ante la rítmica placentera que provocan sus pisadas y me elevan de tierra. Sonrío, suspiro y sueño con su mirada bailando con la mía, con la delicadeza percibida sólo desde el alcance de mi vista.
Sonrío y suspiro nuevamente al observar el cielo y luego el suelo…
Sonrío al volar con el pensamiento, al acobijar mis deseos…
Por el planeta que goza de portar su nombre, por el tributo que rinde el quinto día de la semana, por el cuerpo que dirige esos pasos, y hasta por sus ojos, algún día;