viernes, 27 de agosto de 2010

Sin vocales para consonantes…


Cuando los ojos no quieren cerrar, ni para dormir ni para soñar, se confunden: la razón y la pasión al momento de construir pensamientos que intenten conclusiones o argumentos; en este momento da lo mismo…


Intento el entendimiento a base de la cómoda consulta, pero el idioma de la Ñ no me deja muchos caminos. La palabra “malcriadez” suele referirse a los niños, a la forma incorrecta en que padres educan a sus hijos; al menos en eso concurren los conceptos. La persona “mimada” se relaciona con caprichosa, lo que no ayuda a la búsqueda que emprendo. Finalmente me paseo por el empírico saber de mi batalla de sentimientos; desencontrando frases y verbos.

Expresado esto, me dedico a reflexionar: sin vocales para consonantes…

En un mundo de dos, donde la simbiosis es creada por el sentir de las almas que intercambian sentidos a través de los cuerpos, la malcriadez: como recurso ante la sobriedad de la crítica y la discusión, puede resultar desestabilizador del amor construido; se necesitan nuevas palabras para su oportuna explicación, para que una tormenta impotencia no pueda vulnerar la fuerza del sentimiento que solemos asociar con el corazón.

El verbo es mirada


Percibimos la textura
a través de ojos hambrientos,
dejando a la mente
jugar con el tacto.

La mirada es el verbo
y el deseo es silencio.

Imaginamos,
corrijo;
imagino como observo
sin abrir los ojos;
imagino.

Los segundos crecen,
se dejan de contar;
se hacen horas
para grabar el momento en la memoria.

Sonríes;
y yo imagino,
te volteas;
y yo,
una vez más;
imagino…

No puedo precisar
cuánto me duró el suspiro,
pero del mismo repito razones
para soñar despierto;
o dormido…

jueves, 26 de agosto de 2010

Máscara


Mucho aprendemos de gestos ajenos, mucho practicamos frente al espejo; es dura la tarea de volver a enseñar el lenguaje al cuerpo y el significado de los sentimientos al alma…


Sonreír cuando el deseo de llorar emana del corazón a todas nuestras venas, callar el grito que se subleva a la rutina de la moral; hacer las preguntas albergando ya todas las respuestas, así como afirmar y negar cuando se dudan: el contexto de textos, verbos y preceptos. Mentir y no decir la verdad, entre muchos nuevos viejos aprendizajes, pero por encima de todo; reprimir la mirada, el tacto y las ganas de suspirar…