jueves, 5 de mayo de 2011

Profecías…


Finalmente, después de pensarlo tanto; aquí estamos: haciendo cumplimiento de esa profecía pirata y de transporte público que nos traen las voces de la brisa y del tráfico. Esa profecía que decía que dos personas, cuando querían elegir morir, podían hacerlo al mismo tiempo; y siempre que se use la misma arma, la otra vida los recibiría juntos; en ese más allá que les estaría esperando con  la fortuna y la abundancia, con  la suerte y el éxito. Alguna vez leí que los esclavos de las islas del Caribe acostumbraban suicidarse para renacer en su tierra natal…

Está bien. Pero no tenemos testimonio de alguien que haya estado acá y nos hable desde allá.

Es del más allá, no sólo de allá.

El punto es que no lo sabemos.

Nadie lo sabe porque el ritual en cuestión es para aquellos  que eligen morir, no para los que mueren queriendo vivir.

¿Esos a dónde van?


Esa es otra profecía…



Bueno: ¿Quién muere primero?


miércoles, 4 de mayo de 2011

Elegimos…



Nos regalamos una primera sonrisa, 
una primera mirada; 
nos recordamos en primeras lágrimas 
y en ese calor cuando me abrazas…

Fuimos mucho y somos todo 
y siempre; 
siempre vamos a ser: 
como el deseo de La Noche por hacerse amanecer, 
como la luna a luz del día esperando el atardecer; 
como las plantas que miran al cielo siendo flor de color, 
o quizás como la arena cuando la saluda El Sol…

Nos escuchamos los anhelos, 
nos entendemos en los sueños. 
Siempre disfruté acariciarte y detenerte el tiempo. 
Inolvidable cuando nos reconocimos con la voz de tu aliento…

Seremos almas 
y lo seremos de nuevo; 
seremos seres 
y siempre lo seremos. 
Justo ahí, 
cuando volvamos a ser carne 
elijo nacerte 
porque elegiste ser Madre…


Cuando Escribir no es un oficio pero sí una necesidad…


La página en blanco suele aliarse con las obligaciones del amanecer y de la noche, y también con las noticias y los medios de masas. Esto proclama una victoria inevitable de la rutina sobre el delirio de las letras que se amontonan, o más bien desean amontonarse; sobre el papel para esperar ser leídas…

La búsqueda de lo que se quiere decir y no se dice, de lo que se quiere escribir y no se escribe; se convierte en una especie de resistencia que invoca, o tal vez evoca; un placer que no atisbo describir…

El tiempo, imparcial en estos casos, no ayuda y ni deja de ayudar; a veces el hecho de tener tiempo puede muy bien alejar al delirio de las manos o de la boca, y esconderse entre recuerdos o meras divagaciones dentro de la mente. La falta de tiempo puede hacer que las manos funjan de trampolín hacia la página que espera ideas; lo malo es que muchas veces albergamos delirios muy astutos y se saltan el orden en que deben salir del tormento de quien escribe, haciendo que lo expuesto no coincida con lo que se pensaba exponer…


Tal vez por eso cada escritura, por llamarla de algún modo, es una muestra necesaria de resistencia hacia el imperio de las obligaciones y a su sede principal llamada rutina