jueves, 2 de agosto de 2012

¡Ni qué ocho cuartos!



No vale un centavo una pregunta de cincuenta mil lochas cuando se le desestima con ocho cuartos. Ocho cuartos dijiste sin el dos que dejaste: así vale lo valorado. Barato que abunda pero a cada quien le toca caro; costoso quizás por pagarlo sin cumplirlo, no obstante; lo buscamos. Lo encontramos en respuestas falsas, ciertamente, ya abunda la incertidumbre en venta; nadie hace la pregunta nueva por creerse antigua y obsoleta: nos hemos visto vastos de repetidoras y repetideras. Ayer te hallé y Ay porque no hay: hubo sin haber. Pasó; y eso que antes no pasaba: pesaba tanto y el tinto nos manchaba, no, no te marchaste, y no por querer quedarte; sino para poder quererte y nuevamente te quejaste…

¡Qué reencuentro ni qué ocho cuartos!




jueves, 26 de julio de 2012

Sinsentido terapéutico…



Suelo pagarle al terapeuta para que me ilumine con mentiras nuevas. Hoy me decía, decía; la verdad. Discutíamos sobre lo bueno que no está bien y sobre lo malo; por qué peor pudiera ser. El discernimiento, dijo, está condicionado por pasiones, y las pasiones, por razones; éstas, las últimas, son impuestas por condiciones: así creemos terminar lo que no sabemos dónde empieza. ¿Quién impone las condiciones? El clamor, por colectivo y por popular, este endulza a las ganas para las tortas que nos ponen; bien sea con cifras no concisas o con argumentos de mentira. Es un tema de esperanzas secas, como el papel mojado, que igual poco queda. Se consumen las críticas por repetidas y por estar en venta: hay que ocupar la mente en lo que los demás quieran; por eso caemos en hablar de lo mismo, como lo mismo nos vemos con cada ropa nueva. Yo veo que te gusta la moda, como a mi; y a todos, pero no está de más darse cuenta; no es tan malo saber que pagas mucho por lo que vale poco, y ni siquiera poco; tú no sabes cuánto cuesta: tú eres público, como todos los perfiles restringidos. Nos ilusionan y por eso pagamos, pero hay paganos que no rinden cuentas, claro; por eso esos no cuentan. ¿Tú sí cuentas? Depende de cómo seguimos la cadena. Yo sólo quiero ver caderas. Esa ha de ser tu condena. ¿Cuál? Seguir, más no alcanzar. Pero me puedo alzar. Ni que fueras precio, ni que fueras preso; yo aprecio el contexto, pero ya es hora de terminar…


miércoles, 18 de julio de 2012

Poderes extraños…



No hay que menospreciar a las malaventuranzas, no se trata del caer para levantarse, ni del tocar fondo para ir arriba, es otra cosa; tópico al fin, un concurso de reacciones para recordar y olvidar. Elegimos con “ge” y yo elijo con “jota.”

Encuentro la pérdida de algunas preciadas cosas, producto del hurto y del descuido; una vez más se me enseña a no confiar, la desconfianza es una molestia que busca tranquilidad. La ayuda, nada nuevo, nunca viene de quien se espera bien. Lo que me llama la atención, y motiva estas ganas de escribir, es la reacción; lo que se puede llegar a decir cuando sólo importa imponerte.

Quien juega al jefe se molesta por el inconveniente que podría producirse en el trabajo, no por la desventura de quien se toma en serio el papel de empleado, ese no es el caso, porque de por medio hay salario; pero prefiero este ejemplo que está mucho más trillado.

Por qué suele ser conferido el poder de aceptar decepciones, por qué hay  que escuchar a alguien especial especializarse en defraudar. La realidad otorga poderes extraños, como aceptar y desconfiar…