lunes, 14 de abril de 2014

chofer con carro propio


Puente en construcción. Así dice el anuncio que me topo cada vez que visito a Animus. Duermo para soñar y empiezo el camino, emprendo vuelo, pero llego a una cueva, la cueva dice Pensamientos, pero debido a que su entrada es muy baja, he de dejar de volar. Camino, los pasos no se afincan mucho ya que el suelo es blando, pero desconozco si es arena, si es barro, desconozco de qué está hecho. Puedo seguir el paso pero sin premura, el tiempo de los sueños es paciente, busco con mis manos, percibo la textura y tomo un poco para contemplar el material, gris, pero fuera de mi conocimiento, podría imaginar que así es la arena de la luna, pero eso es producto de lo que traigo en mi bolso – olvidé decir que al soñar, siempre cargo un bolso – suelo llenar ésta, más bien mochila, de nombres, me gusta pensar que sueño con gente real pero que en la realidad ignoro, o me ignoran, no he determinado el poder de mis deseos, por ahora, sigamos adelante sobre este suelo gris y suave, neutro, sería una mejor palabra, libre de prejuicios, sería mi interpretación, camino, veo preguntas esparcidas y respuestas guindando, dudas de mi realidad, de la certeza de mi futuro, el futuro no es incierto, inciertos son los hechos sobrevenidos, y depende, porque hay veces en que el presente te va dejando piezas para avisarte que parte de un todo habrá de completarse, y que el tiempo de los despiertos es más emocional que el de los sueños, por lo tanto, la impaciencia puede que venga de afuera, diferente a esta paciencia, que viene de adentro, leo Cuándo, y sin tilde también: Cuando, leo Por qué, así como Porque, pero de resto son puntos suspensivos…
Abro el bolso y saco algunos pronombres, la primera pista para las preguntas. Por lo general es así, la duda es como la oportunidad, ambas tienen que ver con gente, como los nombres que traigo a mis sueños, pero no hace falta la pronunciación, la voz de los sueños tiene su propia lengua, cualquiera que vea a otro dormir lo sabe cuando el dormido habla, pasamos por el dialecto, sin traducción. Empiezo a preguntar dentro de la cueva: ¿por qué ella? ¿Cuándo tú? ¿Por qué nosotros? El viento sopla y empuja las respuestas, deduzco que un tú hacia mí es un yo, entiendo entonces que la respuesta es conmigo, pero no se qué responder. Busco en el bolso, pero me pongo nervioso, temo no sacar el nombre correcto, es raro el azar del sueño, decido mejor quedarme con la duda y despierto…
Nada, un día lleno de porqués y de cuándos, por ejemplo, ¿por qué tanto tráfico, tanta crítica y tantos tontos fundamentos? No hay un solo porque para alguno de mis porqués, pero bueno, esperemos a la noche…

Dicen que el amor se refleja de distintas maneras, por ejemplo, una metáfora relativa al tiempo, a propósito del amor, es cuánto tiempo se toma el ser amado en llegar a tus ojos al saber que esperas a la entrada de su hogar. Pero, cuando el hogar es el mismo, ¿aplica? – Supongo que aquí deberíamos poner más de un porqué, en una, y en dos palabras – Las razones varían, por eso dicen lo que dije al principio: el amor se refleja de distintas maneras. Corrí con suerte y volé un poco antes de volver a entrar a la cueva y antes de escaparme de las preguntas viudas y las respuestas huérfanas. Sigo adelante, abro el bolso, el animus es un puente, un puente dentro de una cueva, me imagino. Así de grande es esta cueva y así de muchas son las dudas. Despierto…

Olvidé decir que soy chofer con carro propio, llevo para acá y llevo para allá, ven, búscame, y justo cuando iba buscando, pum, choqué el carro. Otro día de porqués…

La arena de la luna empieza a humedecerse, pero ya no son mis manos mi camino, estoy descalzo, uno no sabe cómo va vestido cuando está soñando, percibo una orilla, un mar plateado de poco oleaje, paso de respuestas a ventanas, ventanas sin transparencia, parecen cuadros, una galería, pero de lejos lucen como estrellas, y como estrellas iluminan, veo algo como mi rostro a través de las ventanas que guindan, pero no me veo solo cada vez que me asomo, en una, por ejemplo; me vi acostado acariciando las piernas de un nombre importante que siempre llevo en mi bolso, es el nombre de mi presente, un presente que también es futuro. En otra ventana me veo como si fuera un niño, en otra como si fuese un animal, un animal desconocido. Hay una ventana que resalta, parece vieja, empañada, la textura del clima es rara pero lo deduzco por un par de palabras trazadas con un dedo, como si alguien hubiera estado aquí antes y se detuvo en una especie de aburrimiento; se leen Silencio, y Olvido. Aunado a las preguntas, esto más bien sería una reflexión, en el bolso cargo antagonismos, por lo que puedo hacer conjeturas: ¿cuándo olvido? O ¿por qué del silencio? Porque el recuerdo tú, y del ruido yo... Despierto…

Hay cierto alimento para el despertar con mal humor cuando se duerme con dudas, algunos sueñan con lo que no tienen, otros sueñan con lo que no comprenden. Eso explica los reflejos de la mañana, esos instantes frente al espejo tratando de aceptarse, y de resignarse a una afeitadora, o a un set de maquillaje, el día promete ser igual, pero hoy no trabajo, ando sin carro, así que empiezo a caminar…
Curiosamente las dudas se disipan con los pasos, distinto a los sueños, hay como un comprensión mientras se lleva el ritmo en las aceras, o quizás sea sólo olvido y silencio, para volverlo a recordar en el próximo sueño…

Una playa de noche es más real, pero quizás esta playa queda en la luna y dentro de una cueva, con ventanas, recuerdos y palabras, todo haciendo ruido mientras avanzo, ahora que camino en el sueño, es extraño, pero sigo soñando lo mismo, es probable que los pronombres no hagan tanta falta, porque siento que el único indicado es yo, o sea, soy yo: quien camina y duda dadas las sensaciones e incertidumbres de la realidad del día. Ya no hay más arena, ni mar para mis pasos, sólo un letrero al final de esta vía: Puente en construcción…



jueves, 10 de abril de 2014

característica compartida


Podemos decir que la búsqueda actual consiste en una danza de dedos sobre teclas obedeciendo tal vez a cierta melodía del pensar. Esto nos lleva a ver notas entre palabras y de ahí, instintivamente, hacemos de las frases unos cuantos acordes. La imaginación es amplia, hubo quien bautizó estos lugares para buscar como una autopista de información, también hubo quien percibió inmensidad, y bueno, para ésta, está el mar. También ha habido galácticos, por eso van por el ciberespacio, pero en fin, volando, corriendo, o bailando, al lugar se le llega con teclas, teclas que son letras, y que fungen incluso de bloques, para que hablemos de edificar, construir, y puede que también de erigir. Todo junto y al mismo tiempo, como un sueño pues… 

Conseguí dos palabras: putamen, lugar del cerebro que se ocupa, en parte, del control motor del cuerpo, especialmente movimientos voluntarios. La otra palabra es ínsula, también en el cerebro, y aquí vale citar un poco: “Antonio Damasio ha propuesto que esta región empareja estados viscerales emocionales que están asociados con experiencia emocional, dando cabida a los sentimientos de consciencia… En mi delirio la mente lamenta, y la inquietud por el cerebro es que en estos dos lugares, los cuales se ponen intensos con el amor y el amar, se alborotan de la misma forma con el odio; pero seguimos delirando, amar es necesario, así que supongo que odiar también, entonces, quien no ha podido convencernos con amor, – de las tantas cosas de que nos han querido convencer – puede ver en el odio una oportunidad; y si éstas están ligadas a personas, ya tenemos además de algo, alguien a quien odiar. Si por amor obedecemos, pues por odio también. Y eso me lleva a creer que en la disidencia no hay otra cosa que otra forma de obedecer… 

Nos mezclamos, a partir de una característica compartida, el gusto por la música o el disgusto por el reggaetón, por las películas que nos dejan pensando, o por los libros que nos han puesto a suspirar, por la situación del país, de la región, por las ganas de vernos a cuerpo entero, por los amaneceres juntos y solos, por una noticia y por quien la dice, por lo que nos han hecho ver en los interlocutores, por la falta y la sobra, pero sobre todo por la falta, porque llegamos a odiar lo mismo pero no de la misma manera, porque nuestros odios se cruzan pero no se abrazan, y así, como al amor – que se le confunde entre rostros y gestos – hemos segmentado al odio también, y con la plena seguridad de estar claros, no estamos más que confundidos…




El amor y el odio activan zonas similares en el cerebro:

viernes, 4 de abril de 2014

Sacar la piedra...


La palabra es el testimonio de los hechos, más por lo que se interpreta que por lo que pronuncia… nos hacemos intérpretes y como tal difundimos, usamos el lenguaje, las imágenes, volvemos incluso y repetimos los hechos, la recreación de la palabra pues… y reconocemos el ciclo; pero la cosa es cómo se cuenta, la voz del tiempo: quién lo dijo y de dónde proviene, por ende, no debe ser lo mismo; esta vez no es así… 

Me contaban lo que no quería escuchar pero tenía que calármelo – según Orwell eso es La Libertad – como la voz se sentía libre, escuchaba – el que calla otorga – y mi silencio se asume como sumisión mientras mi mente se bloquea, es así mi disidencia; cerco mis opiniones, aíslo mis ganas de replicar… 

La palabra es rebelde, se ponen en guardia los insultos y las opiniones, se unen dentro de mi silencio, voy a una cita y espero con ansias que termine en sexo… presumo de lo que sé y de lo que ignoro, trato de sacar del cerco lo útil, lo halagador, lo que necesito pues ante esta situación, me tardo, me pongo torpe, no doy con lo que creo que debería, empiezo a sentirme inseguro, observo un esbozo de risa y lo asumo como burla, ya mi cerco luce a barricada, me pongo grosero, escatológico, y mi conciencia me dice que es por mi libertad. Y así entonces, libremente, vuelvo a pasar la noche solo… 

La palabra es el trampolín del pensamiento, paso días ocultando en decires lo que grito en silencio, algo se escapa, pero no en el oportuno momento, de pronto, mi habla no me obedece y pierdo la forma de expresarme, no me queda de otra que asentir de los demás sus argumentos y, de los pretextos de los otros, disentir. Como todos, en nombre de la lucha, la misma que he perdido dentro mi cabeza. Ahora y sin vergüenza, me oculto la cara y me expreso con piedras… 


miércoles, 2 de abril de 2014

Evolution…




Tomé la imagen de una película noventosa en la que el mundo se salva gracias a un champú, quien la vio sabe qué marca es y de qué película hablo. Es interesante el tema de los nombres, soy de los que cree – porque algunas lecturas me han llevado a creerlo – que los hechizos pues, devienen de alguna metáfora que abraza a la fonética. Puedo permitirme el atrevimiento, puedo decir que un sentimiento – hablando de fonética – es un sentir que miente, o que en un plácido ser, el placer se lee entre dos palabras, al igual que el deseo, que puede evocar al sexo. Una necesidad puede ser una necedad al quitarle el sí, y un también es una forma condicional. Todo eso le da sabor a la ensalada que nos preparamos en el cerebro a la hora de pensar. Entonces, tomando lo último expuesto, puedo también escribir que lo necesario para unos estriba en una condición de necios, por lo que al exigir – producto de la necesidad – puede interpretarse como mera malcriadez de unos cuantos narcisos. Tal delirio puede navegar por las mentes – si no me creen, busquen alguito de numerología, por ejemplo – y, como argumento, funge muy bien de excusa, porque el poder  necesita pretextos vendidos en bolsas de ideología y en cajitas desechables de convicción… 

Quería imaginarme a un personaje ficticio; un hombre sin mujer cuyo empleo consiste en sentarse en un escritorio durante ocho horas y obedecer a ciertas asignaciones razón de su puesto y de su sueldo, este hombre es de esos que se da cuenta del dominio económico, político, comunicacional y armamentista del mundo, él quiere llamarlos cúpulas, y como su delirio son los sonidos, sus cúpulas copulan. Esto le da algunos hijos y algunas víctimas, nace el narcotráfico, el contrabando, la delincuencia y la pobreza, entre otros. Hace unos años este hombre decidió mudarse a un país de una sola cúpula, la política, una matrona cuyos hijos están a su merced. Al hombre siempre le gustó Aristóteles y quizás por eso prefirió estar donde la política controle todo. Pudo corroborar en esta nueva etapa de su vida cómo la propaganda imponía al sugerir y cómo el dinero fluctuaba a razón de las armas. Se dejó seducir por la palabra y empezó a ver necedades en las necesidades. El tiempo pasó y volvimos a su presente. Ahora no le quita los ojos de encima a su compañera de trabajo, un plácido ser que baila en sus ojos con apenas caminar, un deseo de verla más allá de las palabras, quiere piel, quiere cuerpo, se humedece los labios con el simple pensar, un sentir verdadero, así lo llame sentimiento. Esta mañana despertó con su nombre, lo pronunció al viento, lo susurró al humo del café, lo vio en su sonrisa frente al espejo. Le habló al llegar y se derrumbó en gran descontento. Le comentó a modo de iniciar un buen tema: la gente exagera en sus inconformidades, y la mujer lo detuvo, lo calló, y a modo de desahogo dijo: ¿exagera? ¿Acaso crees que las necesidades son una necedad? ¿Crees justo que todo se controle mediante el poder político? ¿Crees que en la actualidad hay algo de Aristóteles en la matrona? ¡Por favor!
 
Y por favor fueron las dos palabras que me recordaron la película del champú…