Unas cuantas
inquietudes se me desordenan a la vista, no sabiendo qué pensar. Así, creo, es
como uno empieza a preocuparse: esa intriga que nos lleva a imaginar… todo se
confunde, como un sueño; rostros borrosos atribuidos a nombres mal pronunciados.
Nos creamos historias para creernos luego verdades de la intuición; pero, por
qué. Por qué ese ejercicio involuntario. Estamos acaso siendo objeto de algún
macabro experimento devenido del fulano pasotismo. Será el efecto secundario de
una pastilla que nos recetaron; quién sabe. Lo cierto es que está ahí viviendo de
nuestra percepción; un parásito al que mantenemos saludable con nuestras
intoxicaciones… una pausa y una bocanada… los recuerdos, los recuerdos cambian:
quizás por protección o quizás como consecuencia. Empezamos a olvidar,
selectivamente, pero sin conciencia, el huésped tiene hambre y ahí va uno y lo
alimenta. Pero, sí, hay un pero: no queremos que se den cuenta, lo disimulamos,
con silencio, o con rabietas sin sentido… tenemos que distraernos, y volvemos
al pasotismo; a decantar el interés como si este último pudiera oxigenarse… una
paz falsa, artificial… y entonces se acaba el entretenimiento. Necesitamos
dinero, como el drogadicto, para así no sanar jamás. Luego ponemos nuestra fe
en la desconfianza, porque algo malo tiene que pasar. Pasa, al final pasa, pero
la vista estaba enfocada en el desorden, y sí; unas cuantas inquietudes siguen sin dejarme
qué pensar…
Blog dedicado a la redacción de escritos, en su mayoría originales. /Blog focused on original writings mostly
martes, 5 de mayo de 2015
martes, 3 de marzo de 2015
Gente
…sabemos
que no interesamos cuando la emoción que reflejamos en el rostro; producto de
lo que estamos por compartir, produce una cierta molestia en quien queríamos como
parte de ese momento: de esa anécdota… eso nos lleva a varios puntos. En el
caso de este delirio; a dos: si lo vemos desde el emocionado que comparte, pero
con algo de empatía en el molesto que percibe; podemos decir que esa intención
al compartir no es más que una búsqueda en dónde poder descansar la soberbia,
es decir, quizás la alegría, o la tristeza; o lo que sea que el emocionado
expresa, no sea del todo verdadera, cosa que al molesto obviamente le molesta, y no ha de poderlo ocultar…
Ahora
bien, la soberbia juega en ambos sentidos; y en una sociedad donde el esfuerzo
sufre de cansancio, donde el mérito no se merece; la envidia tiene que regir: la
falta de empatía; que más que una patología es quizás una idiosincrasia: no creo porque creas, pero podría creer
cuando me convenga… el molesto, molesto está porque la emoción viene del
otro, y por supuesto; al oír a éste, en lo absoluto ha de sentirse parte… al
final no sabemos de qué lado se pone la soberbia, como tampoco sabemos dónde se
encuentra la empatía… es posible, a lo mejor, que cuando el esfuerzo se consiga
con el mérito la emoción no moleste y así ése compartir pueda empezar a
interesar…
jueves, 12 de febrero de 2015
pseudocrítico
Y
es que la historia de ti que tú no sabes se va paginando en los ojos de quienes
te han venido conociendo, con sus silencios, con la forma en que te miran y lo
sabes, lo sabes bien porque las palabras no se escuchan. Cuestionas el sentido
del oído, pero no, no es que no escuches, es que lo que callan cuando te hablan
habla más duro, sólo que no lo entiendes, pero sí lo sientes y tu rostro se
arruga, se recoge como las patas de la araña… luego te preguntan qué tienes y
no sabes qué responder. Eres tú ahora el que grita y que nadie escucha,
entonces dices cualquier estupidez; cualquier cosa, algo que acalle lo que te
gritabas hace poco, porque quizás alguien podría escucharte, porque algo tienes
e intuyes que deberías acallarlo. Te abstraes, te distraes, te aferras a un
falso positivo o a una miseria ajena, mejor, te aferras al pronunciamiento en
contra de las tendencias, de la moda; finalmente caes en su dominio y, como
todo el mundo, te la tiras de diferente sólo porque ese clamor ahogado de tu
ser ha de volcarse en alguna clase de indiferencia intelectual propia de un pseudocrítico. Pero te envicias, te lo
crees, y ahora tu creencia habla más duro que tu carencia… atrincheras ése
arquetipo… hasta que eres engullido en una especie de dilema, una parábola sin
fin y te vuelves visceral. Entonces, con unos zapatos de marca, o con un trago
muy trendy en la mano; te quejas de
los ignorantes que no ven lo que se supone que tu sí… ¡y pensar que sólo tenías
que desahogarte!
martes, 10 de febrero de 2015
Mainstream
Saludos,
muchachos. Hoy como cada mañana, he venido a dejarles mi selección de titulares
a propósito de las vicisitudes por las
que está pasando la nación. Un sinfín de muertos que suman puntos a las razones
por las cuales, durante el día, siempre me quejo; y es que cada día son más y
más: la inseguridad nos está matando, y no es una sensación (de hecho esto es
cierto, pero el delirio no trata de eso; simplemente, un tema de respeto para
aquellos dolientes que no ven sus muertos en números si no en nombres y
vivencias, y que de ahora en adelante, sus vidas ya no serán como solían ser…) Las
tablas comparativas nos dicen que este año y para esta fecha, ya se trata de casi
el doble de víctimas con respecto al año anterior. Y es que la administración
es pésima, pero espera, tenemos también estos amigos que la defienden, seguro
están ciegos. Según ellos eso es culpa de la incultura, del capitalismo voraz
que consume al pueblo en drogas, alcohol y consumo de necedades. Pero bueno, no
vamos a entrar en discusión con ellos, por más que sea, son nuestros amigos de
toda la vida. Ayer acompañé a unos activistas y pudimos captar al menos unas
diez fotos de gente haciendo cola para conseguir productos de la cesta básica.
Qué calamidad, sinceramente. Hay analistas que dicen que ya esa gente está
harta, que un día va a colapsar y ese día pues el gobierno temblará. La
semana pasada intentamos por horas hacer un consumo en divisas, esa migaja que
nos dan por ciudadano y, no pudimos; según leí: el gobierno no ha bajado los
recursos. Demasiada ineficiencia y desorden, no entiendo cómo hay gente que los
apoya… ah, sí: resentidos. Gente que disfruta ver que a otros les va mal…
Bueno, hoy es la rumbita esa de despedida de las chicas, ¿cierto? Bien. Allá nos
vemos. Hay que cuadrar algo chévere, miren que ya tenemos los carnavales
encima. Tenemos que ir comprando las cosas desde ahorita, qué y que van a
dictar ley seca. Nos llevamos las nominadas; las películas: sí, las conseguí
todas. Mi carro está dañado, pero yo resuelvo eso, tranquilos. Lleven musiquita
que después no quiero queja de que sólo pongo lo que a mi gusta… (No es ánimo
de estas líneas el despotricar de lo que podría considerarse: una conducta
convencional. No. En lo absoluto. El presente delirio tiene como finalidad, si
es que se logra, el mostrar que el día a día es la mezcla de vivencias
personales contadas en primera persona, y que los hechos que nos agrupan por la
vía de la afectación, difícilmente se ponen en perspectiva. Pero por qué, me
pregunto, y quizás también puedo responderme: porque tenemos un asunto con la
velocidad, velocidad ésta que nos lleva al tiempo…
El
hecho noticioso se nos desborda por todos los dispositivos electrónicos. La publicidad
también. En más de una oportunidad he escuchado eso de que: somos lo que
consumimos, y dentro del consumo, como fin de la economía, también se encuentra
lo que leemos. La lectura también funge de canal a la hora percibir. Entonces
nos vamos a la física: distancia es igual a velocidad sobre tiempo, y si como
leemos pensamos; afirmación también bastante discutida: pues por qué hemos de
criticarnos tanto. La distancia entre nuestros pensares y actuares se percibe,
tal vez, por una división entre la velocidad y el tiempo; factores éstos con
que renovamos ansiedades…)
Encontré
algo bien interesante al respecto: https://culturevi.wordpress.com/2011/08/10/the-mainstream-vs-underground-debate-why-youre-wrong/
Saludos
en letras
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