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El horóscopo es un
reloj. Creamos o no en los pronósticos de la astrología, el horóscopo es una
metáfora de la vida que contiene una gran sabiduría.
¿Cómo dibuja el astrólogo un horóscopo? Traza
un círculo, la imagen de la esfera celeste, y lo divide en doce partes que
representan los diversos signos: Capricornio, tauro, géminis, etcétera. En este
círculo-zodíaco dibuja luego los signos gráficos del sol, la luna y los siete
planetas, exactamente en el sitio en que estaban las estrellas en el momento
del nacimiento del interesado. Es como si dibujase en el cuadrante de un reloj,
regularmente dividido en doce horas, nueve cifras más, irregularmente ubicadas.
En el cuadrante giran nueve manecillas: son nuevamente el sol, la luna y los
planetas, pero tal como se mueven realmente por el universo durante su vida.
Cada uno de los
planetas-manecillas establece permanentemente nuevas relaciones con los
planetas-cifras, los signos inmóviles del horóscopo del interesado. La irrepetible irregularidad con la que se
agruparon las estrellas en el cuadrante del zodíaco en el momento del
nacimiento de una persona, éste es el tema permanente de su vida, su definición
algebraica, las huellas dactilares de su personalidad; las estrellas
inmovilizadas en su horóscopo forman, una en relación con otra, ángulos cuyo
valor expresado en grados tiene distinto significado (negativo, positivo,
neutro): imagínense que su amorosa Venus tiene una relación tensa con su
agresivo Marte; que Sol, que representa su personalidad, se ve fortalecido por
la conjunción con el enérgico y aventurero Urano; que la sexualidad simbolizada
por Luna va unida al soñador Neptuno y así en adelante. Pero a lo largo de su
recorrido, las manecillas móviles de las estrellas tocarán los puntos fijos del
horóscopo y pondrán en juego (debilitarán, favorecerán, harán peligrar)
diversos elementos de su tema vital. Y eso es la vida: no se parece a una
novela picaresca en la que el protagonista se ve sorprendido, de capítulo en
capítulo, por acontecimientos siempre novedosos que no tienen denominador común
alguno. Se parece a la composición que los músicos llaman variaciones sobre un
mismo tema. Urano recorre el cielo con
relativa lentitud. Tarda siete años en atravesar un signo. Supongamos que está
hoy en una situación dramática con respecto al inmóvil Sol de su horóscopo
(pongamos por caso en un ángulo de 90 grados): atraviesan ustedes una época
difícil: al cabo de veintiún años esa situación se repetirá (Urano formará un
ángulo de 180 grados con respecto a su Sol, lo cual tiene un significado
igualmente infausto), pero sólo será una repetición aparente, porque en el
mismo momento en que su Sol se vea afectado por Urano, Saturno estará en el
cielo en tan armónica relación con su Venus que la tormenta pasará junto a
ustedes como de puntillas. Será como si volvieran a tener la misma enfermedad
pero la pasarán en un sanatorio fantástico donde, en lugar de ser atendidos por
enfermeras impacientes, lo serán por ángeles.
Dicen que la astrología
nos hace fatalistas: ¡no te librarás de tu destino! A mi juicio, la astrología
(me refiero a la astrolgía como metáfora de la vida) nos dice algo mucho más
sutil: ¡no te librarás de tu tema vital! De ello se desprende, por ejemplo, que
es una pura ilusión pretender empezar en medio de la vida una «nueva vida» que
no se parezca a la anterior, empezar, como suele decirse, desde cero. Su vida
estará siempre construida del mismo material, de los mismos ladrillos, de los
mismos problemas, y lo que en un primer momento les parece una «nueva vida»
resultará muy pronto ser una simple variación de la anterior…
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Tomado de "La Inmortalidad"