martes, 8 de julio de 2014

por eso no protesto…



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Iris es una bella universitaria la cual hizo un buen grupo de estudio junto a Francisco y a Gisela. Empezaron juntarse cuando se dieron cuenta que coincidían en libros, música y películas, les gustaba citarse entre personajes. Para febrero del dos mil catorce suspendieron las clases, por lo que decidieron darle rienda suelta al trabajo que se habían planteado como proyecto de grado mientras el país salía de su confusión. Francisco es de los que gusta la protesta, pero decidió no unirse cuando supo – aunque de segunda mano – que el dueño de la universidad tiene vínculos bastante estrechos con personas importantes cuyo protagonismo en la confusión es notorio. De hecho, eso le dio un impulso interesante al trabajo que se propuso hacer con las chicas: por qué nos quejamos, por las medidas económicas, por la inseguridad, por la oportunidad de empleo, por qué. Cuál es la causa principal que nos cuestionamos como estudiantes: pagamos por asistir a clases, las clases se suspenden más no se suspende la paga. Si jugamos a los silogismos pudiéramos plantear – y vale para el trabajo – que nuestro título, acotando que no tenemos empleo aún, es patrocinado por nuestros padres ya que son éstos los que pagan nuestras matrículas, a crédito, porque estudiar no es barato, entonces, al seguir cumpliendo con la universidad y al nosotros no asistir a ésta, nuestros padres, por ende, financian la protesta, así que no me sumo... Algo así se le escuchó a Francisco. Gisela tampoco fue a protestar, pero su motivo era otro: para ser adultos hay que tener contactos, contactos que podamos llamar amigos, y no hay mejor lugar para eso en el joven que una universidad, el día de mañana seremos una prolongación de nuestros padres, seremos, digamos, embajadores de la familia y la familia crecerá; muchos años atrás la gente hacía eso con los matrimonios, de casamiento en casamiento una plebeya se metía en la corte de un rey, tenía un hijo de éste y la familia, poco a poco se iba acomodando, de don nadie pasaban a tener algún título nobiliario, y ya con uno de estos pues, codearse con la élite de aquellos tiempos… hoy no hay monarquía, pero estoy casi segura que lo noble se nos viene a la cabeza con lo universitario, para sí y para la familia… Iris, Iris tenía otras cosas en la mente: qué es eso que llamamos vacío, y por qué exactamente es que tenemos que llenarlo, al fin y al cabo, no son acaso preocupaciones colectivas – y repetidas – las que dejamos que nos afecten, el hambre de por allá, la injusticia de por ahí… quién exactamente se proclama feliz de lo que tiene y dice: hasta aquí está bien, no me hace falta más… por qué nos tiene que hacer falta algo, por qué es que quiero tener esto o aquello, por qué salgo con éste o por qué dejé de salir con aquél… quién nos grabó la idea de que tenemos que buscar la felicidad más allá de nuestro propio cuerpo, es más, por qué la felicidad es algo que hay que buscar y no algo que no uno produzca, como el sudor o la mierda, como las lagañas o los mocos; como los gases que salen por la boca, o por el ano… la tristeza, la rabia, ellas sí tienen sentido: nos son causadas; y cuando se dice que las buscamos no lo hacemos conscientemente, pero eso, eso de qué: debes ser feliz, debes hacer algo que te haga feliz, eso de verdad no lo entiendo… quizás por eso pruebo: aquí, allá, con esto, con eso… y quizás, también, por eso no protesto…




Escribí unos cuantos pensares pensados a través de diez personajes, lo llamé Per se. Lo llamé así por su significado, o más bien por su uso (en sí) El texto completo está disponible en el siguiente enlace:
Si gustan, pueden acceder a él de forma gratuita aquí:  
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lunes, 7 de julio de 2014

Se fue la luz


Contaban, cantaban, se sentaban y se sentían sentidos ante los acontecimientos: nada pasaba aún y por eso nadaban en su angustia, se presentaron y empezaron a preguntarse, a sí mismos, no unos a otros; la canción y los cuentos sólo estaban de fondo; uno pensó que quizás era el eco del pensamiento, otro creyó que era la melodía del sentimiento… se robaron palabras entre silencios… algunos cerraban los ojos, para imaginar tal vez cómo letra y música llegaban a las frases… entonces vino el relato, con más negativas que de costumbre: ya no esto y no más de aquello. Lo justo otra vez sin justificar y la única solidaridad yacía en el egoísmo… habló el tercero a la vez que el primero y el segundo, pues todos se sentían con derecho. Una bulla, ninguno escuchó a ninguno: ámame como si no fueras a tenerme nunca, decía la canción… y nunca llegaron a verse, decía el cuento… tres seres congregados por la rabia y cada uno con su lamento: el primero tenía un problema, así como el segundo y el tercero, el que más gritó fue el más criticado, pero al menos para él no fue el menos escuchado. La canción se repetía pues no había otra, el cuento, el cuento lo leía el cuarto, pero no le quedó de otra más que ver la bulla del primero hasta el tercero. Sí, hubo un cuarto, y también se lamentaba, hacía ahínco en las palabras tristes que leía, pero en la bulla nadie lo notaba. Se fue la luz, como suele irse en muchos lugares, la canción paró sin terminar su nueva vuelta, todos callaron… pero no se comprendieron…