miércoles, 22 de marzo de 2017

¿Qué hace un cuentahabiente cuando no quiere tener su dinero más en ese banco?






Un profesor dijo que la Constitución es el libro con el cual uno deja de ser uno. La gente, digamos, se desprende de las acciones que por derecho le corresponden para, dicen, conformar el articulado de esta Carta con la que, digo, somos administrados. De esta forma, al momento de reclamar, debemos acudir a una instancia administrativa, la cual, dice, hará cumplir lo que dicta la Constitución.  Un banco con nuestro dinero, o algo por el estilo, pero no cualquier banco, sino uno que te pregunte, a la hora de hacer un retiro, para qué necesitas esa porción de tus ahorros, qué vas a comprar, a quién le debes, por qué no mejor tomas una cantidad distinta, pero ni siquiera, ni siquiera como un banco así, porque me equivoco al plantear preguntas… no, no pregunta; sentencia, entonces, al exigir mis ahorros, en lugar de condicionar el hecho con interrogantes incómodas, porque uno no tiene por qué decirle a un banco qué hace con el dinero propio, éste decide; eso, decide por uno: quiero mil (porque dispongo de ellos) y el banco: no, toma cien, por qué, porque si bien los mil son tuyos, soy yo, banco (gobierno) quien los administra, entonces, yo: gobierno, digo; yo: banco, decido cuánto, o para qué; por qué no…

Si quisiéramos establecer una relación, ya no de analogía, sino de causalidad; entre los derechos y el dinero, podríamos decir que el acceso es ese vínculo, pero no lo vean como un canal; no, no es que por uno se le llega al otro, no me refiero a eso. El hecho de que sea con dinero como se hacen valer los derechos no significa que eso sea a lo que me refiero, insisto, cuando me refiero a vínculo es que, por ponerlo así: el gobierno se cree el banco de nuestros derechos. En algún escenario contemplado, el votar los legitima a fungir como tales, por lo que, sin querer, y con todo derecho a nuestro favor, para exigir, debemos acudir a él y esperar que sean ellos quienes decidan qué tanto y hasta dónde podemos, de hecho, eso: exigir…  y no, no es el Estado, es quien lo administra, es decir, el gobierno: la coerción del hombre por el hombre…

Nota: hay quienes adoran que el banco les controle el dinero…

lunes, 6 de marzo de 2017

Desquite consuetudinario






Me detuve en “sufrimos por ese recuerdo que hemos olvidado”, y más adelante, a un par de frases leí “el sentimiento de desesperación y derrota que penetra en nuestros gestos […] no es sino el castigo por nuestra insistencia en ser nosotros mismos”.
En estos días tomé el Metro porque no quería poner el carro a pasar tantas subidas y bajadas; tantos huecos, las calles de Caracas son muy hostiles con los vehículos. Es como una especie de desquite consuetudinario, sí, algo así, a ver: el gobierno no procura a tiempo el correcto mantenimiento de las calles, entendiendo que el asfaltado es a nosotros lo que el azafrán supone ser a los persas; abundancia, pero ese es otro tema, repito: el gobierno falla con el asfaltado y el asfalto sufre, pero de tanto sufrir le quedó la rabia, muta, se convierte en infinidad de huecos que crecen y crecen atacando a cuanto caucho ruede sobre la superficie, entonces los carros empiezan a sufrir el dolor del asfalto, por lo que se desquitan con los conductores, dueños o no, no viene al caso. Se dañan, piden repuestos, repuestos que no se pueden pagar y que cuando se puede, no se consiguen, entonces la gente, conductores o no, propietarios o no, alberga un sentir cíclico que produce cierta necesidad de desquite, y que con los años se convierte en hábito, y bueno, del hábito la forma de ser y de ésta última los gestos; por eso me detuve cuando leía El libro negro de Pamuk, sin terminar aún por cierto. Me detuve porque no es que hayamos olvidado, sino que no dejamos de recordar que llevamos muy poco siendo como somos para adecuar nuestros gestos de toda la vida a una situación que no data de más de cinco años. Luego me identifico: “el sentimiento de desesperación y derrota que penetra en nuestros gestos […] no es sino el castigo por nuestra insistencia en ser nosotros mismos”. Pese a lo que nos digan: alienación, transculturación, yugo de años; español, estadounidense, ideologías hacia la izquierda, derecha; pese a la paja, que es lo que las palabras vienen siendo cuando carecen de acciones que las sustenten, pese a eso, nadie quiere abandonar el concepto de sí, por lo que todos tenemos estos gestos y claro: sufrimos