Tomé la imagen de una
película noventosa en la que el mundo
se salva gracias a un champú, quien la vio sabe qué marca es y de qué película
hablo. Es interesante el tema de los nombres, soy de los que cree – porque algunas
lecturas me han llevado a creerlo – que los hechizos pues, devienen de alguna
metáfora que abraza a la fonética. Puedo permitirme el atrevimiento, puedo
decir que un sentimiento – hablando de
fonética – es un sentir que miente, o que en un plácido ser, el placer se lee entre dos palabras, al igual que el deseo, que puede evocar al sexo. Una necesidad puede ser una necedad al
quitarle el sí, y un sí también es
una forma condicional. Todo eso le da sabor a la ensalada que nos preparamos en
el cerebro a la hora de pensar. Entonces, tomando lo último expuesto, puedo
también escribir que lo necesario
para unos estriba en una condición de necios, por lo que al exigir – producto de
la necesidad – puede interpretarse como mera malcriadez de unos cuantos
narcisos. Tal delirio puede navegar por las mentes – si no me creen, busquen
alguito de numerología, por ejemplo – y, como argumento, funge muy bien de
excusa, porque el poder necesita
pretextos vendidos en bolsas de ideología y en cajitas desechables de
convicción…
Quería imaginarme a un
personaje ficticio; un hombre sin mujer cuyo empleo consiste en sentarse en un
escritorio durante ocho horas y obedecer a ciertas asignaciones razón de su
puesto y de su sueldo, este hombre es de esos que se da cuenta del dominio
económico, político, comunicacional y armamentista del mundo, él quiere
llamarlos cúpulas, y como su delirio son los sonidos, sus cúpulas copulan. Esto
le da algunos hijos y algunas víctimas, nace el narcotráfico, el contrabando, la
delincuencia y la pobreza, entre otros. Hace unos años este hombre decidió
mudarse a un país de una sola cúpula, la política, una matrona cuyos hijos están
a su merced. Al hombre siempre le gustó Aristóteles y quizás por eso prefirió
estar donde la política controle todo. Pudo corroborar en esta nueva etapa de
su vida cómo la propaganda imponía al sugerir y cómo el dinero fluctuaba a
razón de las armas. Se dejó seducir por la palabra y empezó a ver necedades en
las necesidades. El tiempo pasó y volvimos a su presente. Ahora no le quita los
ojos de encima a su compañera de trabajo, un plácido ser que baila en sus ojos
con apenas caminar, un deseo de verla más allá de las palabras, quiere piel,
quiere cuerpo, se humedece los labios con el simple pensar, un sentir verdadero,
así lo llame sentimiento. Esta mañana despertó con su nombre, lo pronunció al
viento, lo susurró al humo del café, lo vio en su sonrisa frente al espejo. Le
habló al llegar y se derrumbó en gran descontento. Le comentó a modo de iniciar
un buen tema: la gente exagera en sus
inconformidades, y la mujer lo detuvo, lo calló, y a modo de desahogo dijo: ¿exagera? ¿Acaso crees que las necesidades
son una necedad? ¿Crees justo que todo se controle mediante el poder político?
¿Crees que en la actualidad hay algo de Aristóteles en la matrona? ¡Por favor!
Y por favor fueron las dos palabras que me recordaron la película del
champú…