jueves, 21 de mayo de 2015

Una necedad necesaria o una necia necesidad…


Del gesto como gusto paso al gasto como vicio, por supuesto; no me gusta. Paso horas valiosísimas (al menos para mí) frente a una computadora, parpadeándole a las frases que van abriéndose camino: hechos noticiosos en su mayoría. Espero, ávido, la gran noticia; quiero ser el primero, quiero ser uno de los que se entera que en un día como hoy y a una hora como ésta; se acaba de divulgar el hecho que cambiará nuestra historia. Lo que no sabría explicar es por qué quiero ser el primero. Se me ocurren algunas excusas: vanidad, la vanidad suele ser siempre la razón de mucho, pero qué tanto, al fin y al cabo haría falta el reconocimiento; el mérito. Una dupla interesante ésta que les acabo de mencionar. Diría que por ego, pero qué va, el ego es lo que resulta de la dupla con mi primera excusa. Por moda, y por tanto: inducida; tenemos ésta cuestión no se qué no se cómo por la que hay que decirlo todo y de todo, pero no me convence; la moda es más el repetir sin verificar, al final esto es una simple fórmula: ego es igual a moda por la suma entre vanidad más mérito. Pudiera mencionar más, pero entrarían fácilmente en la fórmula. No es descabellado escribirles que también puede ser por fe, esperanza; esa necesidad de creer que las cosas van a mejorar, que este esfuerzo cotidiano no es en vano, que sí, que sí hay una recompensa por la que vale la pena el cansancio. Fe ésta que nos lleva a desesperarnos. Creer se nos vuelve un vicio, entonces se confunden el raciocinio y el lapsus (ya no sé cuál es cual) y viene el delirio: por qué coño los verbos en las noticias se escriben en futuro. Fulano de tal hará, Zutano investigará, Mengano discutirá… para bien y para mal el futuro no es un hecho, así que tampoco puede ser noticia. Quizás por eso la desesperanza… porque los verbos del futuro deben hacerse presente…

Cantó Cerati: el tiempo es arena en mis manos…







miércoles, 13 de mayo de 2015

Imaginemos a tres personas…




Estaba leyendo y como suele ocurrir, tuve que detenerme. No fueron las obligaciones, bueno, sí, pero no por eso voy escribir ahora; tampoco fueron las preocupaciones: esas las dejo para otra entrada. Se me han combinado ciertos pensares, Pamuk tuvo la culpa. Sus citas serán en otra entrada, pero quizás no, o bueno; quizás no acerca de lo que tengo en mente… 

Imaginemos a tres personas: Leo, Tina y Pablo, tres personas que se relacionan; tienen algo en común que las ubica juntas en un momento determinado y que, dada cierta frecuencia que les incluyo, puedo decir que están dentro de un círculo: amigos, conocidos, compañeros de trabajo, de estudio; algo de eso... Es de suponer que cada uno tiene características propias que lo definen, pero ahí es adonde llega esto, y la lectura; y las ganas de escribir… no son tres personas, no, son tres cuerpos, de los cuales al que llamo Tina, tiene, digamos, otra Tina dentro de sí que piensa, siente, calla y grita según lo que vive. A ella quiero llamarla la Tina de Tina: un ser que no sólo habita ese cuerpo sino que tiene la facultad de crearse otros seres, a partir (del delirio, no, no es el caso) de la interacción, luego, con algo de constancia y, por supuesto, sentires y pensares y todo aquello; tenemos, dentro de su mente: a un Leo de Tina y a un Pablo de Tina también. Claro; cada persona con la que se topa habrá de hacerse un espacio en su ser, pero intento que esto sea breve, y ya creo que está lo bastante enrevesado; como he escrito al principio: imaginemos a tres personas… 

Pasa lo mismo con Pablo y con Leo, en ambos yace una Tina, muy diferente en cada uno, y es obvio, por eso no siempre pensamos lo mismo de alguien: no creo que el hijo del presidente tenga el mismo concepto de su padre que tiene el pueblo al cual gobierna, por ejemplo… En Pablo hay un Leo, y viceversa, y bueno: ahora las circunstancias… 

Pablo presenta atisbos de malcriadez, de niño le faltó atención de sus padres y éstos la compensaban con complacencias nocivas a beneficio de no ser molestados (un punto delicado; cuando los hijos molestan) Pablo aprendió a hacer del berrinche un medio para un fin, y así creció, y bueno, bajo parámetros como el mencionado es como Pablo crea a sus seres, un Leo y una Tina que no son un fin, sino un medio. Pablo se enamoró de Tina… 

Leo. Leo fue novio de Tina durante cierto tiempo mientras estudiaban en la universidad. Años más tarde conocieron a Pablo, cuando los mandaron a hacer las pasantías. Pablo ya trabajaba para ese entonces, pero el flechazo no nació ahí, ni tampoco la ruptura, para ese momento eran sólo tres personas… 

Tina, bella, mujer, emprendedora; muestra ese leve complejo que muchas personas de origen humilde no logran superar. De ahí le nace la muy conocida vanidad simulada, una cosa que los hombres atribuyen al género, pero que el que teclea éstas palabras no lo cree así. Impecablemente vestida, siempre, y siempre acorde a los designios de la moda. Se conocen, y la convivencia les dio la oportunidad… 

Pablo y Tina hoy son novios, pero la Tina de Pablo siempre suele diferir con la Tina de Tina, sin embargo; ésta última siempre termina inmolándose para que el complejo se mantenga, pero cuando la Tina de Tina está a solas, se refugia en Leo. Pero no en el Leo de Leo, sino en el Leo de Tina, ese caballero al que sólo le faltó dinero para verse como un príncipe. Cosa distinta al Leo de Leo que más bien tiende a la anarquía, y que cuya Tina, es, nada más que un consuelo del pasado… 

A pesar de las diferencias, los cuerpos responden a sus memorias. Algo que Pablo aún no sabe, porque su Leo es sólo un adulador, un compañero de trabajo al que él, por lástima, lo llama amigo. Lo que no sabe el Pablo de Pablo es que el Pablo de Leo es un imbécil, y cornudo; pero el silencio hace que las muecas tomen el lugar de los seres de cada uno. De ésta forma, cada mañana, tres personas que imaginamos se dan la oportunidad de sonreír y tomarse un café… 

sábado, 9 de mayo de 2015

¿Te ofendes?



[De La Caja de Pandora:] “Se hace uso de la ofensa o se sufre. Me cuestiono si la ofensa existe o nos la inventamos. Si se activa como un mecanismo de defensa de causas nobles, o una forma de minar al enemigo. Si la ofensa es desconocimiento o la inteligencia suprema. Si ofenderse es una pose. Si ofender,  una provocación. Si la vemos, o la ven… Ofender, ¿no es buscar notoriedad, una llamada de atención? ¿Jugar con la audiencia? ¿Una trampa? ¿La ofensa como forma de comunicar? Ofendernos ¿no es sentir  lástima por uno mismo? ¿No es ver nuestras restricciones morales reflejadas en un comentario ajeno?” [De Sanación Holística:] “Cuando nacemos, somos auténticos. Pero nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la sociedad y televisión nos enseñan. Y crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y de cómo deben actuar los demás…” [De la Miscelánea de Lolo:] “Entonces, cuando alguien nos dice algo, nuestra mente tiene que filtrarla con los coladores que conoce, aquellos caminos que nuestras neuronas han formado, y entonces la interpretación de las palabras cobra un significado que podemos comprender y nos prepara para reaccionar. Y cuando decimos algo lo hacemos como la expresión de nuestra realidad personal. A veces esa mezcla no resulta compatible con la del otro... Por ejemplo, es tan fácil llenarnos de sentimientos cuando alguien nos dice algo y nosotros nos sentimos ofendidos. Seguramente, porque es lo que nosotros usamos para ofender. Me pasa todo el tiempo con el sarcasmo. Mientras para mi es simplemente una forma humorística de ver lo obvio, para otras personas es un ejemplo de falta de respeto, intolerancia y grosería (…) aunque ambos hablen y escuchen, ninguno de los dos tiene en cuenta a su interlocutor. Y esto ocurre nefastamente con quienes son más cercanos a nosotros…” [De El Don de la Alta Sensibilidad:] “La gran mayoría de la gente dice lo que dice y hace lo que hace desde su propia estructura de miedos, conclusiones, defensas y valores. Hemos aprendido a comportarnos de la manera A, B o C que garantiza nuestra supervivencia y que nos hace sentir más o menos bien y con la conciencia - si la tenemos - tranquila. Y aunque vamos recibiendo críticas, quejas o reproches, muchas veces estos no tienen que ver con nosotros. Casi siempre tienen que ver con las veces en que la persona había vivido una situación similar (…) Casi nada es personal; casi todo es proyección, por  parte de la otra persona, pero también de nuestra parte hacia los otros, incluidas nuestras relaciones cercanas…”

martes, 5 de mayo de 2015

Sin tener la primera línea…


Unas cuantas inquietudes se me desordenan a la vista, no sabiendo qué pensar. Así, creo, es como uno empieza a preocuparse: esa intriga que nos lleva a imaginar… todo se confunde, como un sueño; rostros borrosos atribuidos a nombres mal pronunciados. Nos creamos historias para creernos luego verdades de la intuición; pero, por qué. Por qué ese ejercicio involuntario. Estamos acaso siendo objeto de algún macabro experimento devenido del fulano pasotismo. Será el efecto secundario de una pastilla que nos recetaron; quién sabe. Lo cierto es que está ahí viviendo de nuestra percepción; un parásito al que mantenemos saludable con nuestras intoxicaciones… una pausa y una bocanada… los recuerdos, los recuerdos cambian: quizás por protección o quizás como consecuencia. Empezamos a olvidar, selectivamente, pero sin conciencia, el huésped tiene hambre y ahí va uno y lo alimenta. Pero, sí, hay un pero: no queremos que se den cuenta, lo disimulamos, con silencio, o con rabietas sin sentido… tenemos que distraernos, y volvemos al pasotismo; a decantar el interés como si este último pudiera oxigenarse… una paz falsa, artificial… y entonces se acaba el entretenimiento. Necesitamos dinero, como el drogadicto, para así no sanar jamás. Luego ponemos nuestra fe en la desconfianza, porque algo malo tiene que pasar. Pasa, al final pasa, pero la vista estaba enfocada en el desorden, y sí;  unas cuantas inquietudes siguen sin dejarme qué pensar… 

martes, 3 de marzo de 2015

Gente


…sabemos que no interesamos cuando la emoción que reflejamos en el rostro; producto de lo que estamos por compartir, produce una cierta molestia en quien queríamos como parte de ese momento: de esa anécdota… eso nos lleva a varios puntos. En el caso de este delirio; a dos: si lo vemos desde el emocionado que comparte, pero con algo de empatía en el molesto que percibe; podemos decir que esa intención al compartir no es más que una búsqueda en dónde poder descansar la soberbia, es decir, quizás la alegría, o la tristeza; o lo que sea que el emocionado expresa, no sea del todo verdadera, cosa que al molesto obviamente le molesta,  y no ha de poderlo ocultar…

Ahora bien, la soberbia juega en ambos sentidos; y en una sociedad donde el esfuerzo sufre de cansancio, donde el mérito no se merece; la envidia tiene que regir: la falta de empatía; que más que una patología es quizás una idiosincrasia: no creo porque creas, pero podría creer cuando me convenga… el molesto, molesto está porque la emoción viene del otro, y por supuesto; al oír a éste, en lo absoluto ha de sentirse parte… al final no sabemos de qué lado se pone la soberbia, como tampoco sabemos dónde se encuentra la empatía… es posible, a lo mejor, que cuando el esfuerzo se consiga con el mérito la emoción no moleste y así ése compartir pueda empezar a interesar…

jueves, 12 de febrero de 2015

pseudocrítico


Y es que la historia de ti que tú no sabes se va paginando en los ojos de quienes te han venido conociendo, con sus silencios, con la forma en que te miran y lo sabes, lo sabes bien porque las palabras no se escuchan. Cuestionas el sentido del oído, pero no, no es que no escuches, es que lo que callan cuando te hablan habla más duro, sólo que no lo entiendes, pero sí lo sientes y tu rostro se arruga, se recoge como las patas de la araña… luego te preguntan qué tienes y no sabes qué responder. Eres tú ahora el que grita y que nadie escucha, entonces dices cualquier estupidez; cualquier cosa, algo que acalle lo que te gritabas hace poco, porque quizás alguien podría escucharte, porque algo tienes e intuyes que deberías acallarlo. Te abstraes, te distraes, te aferras a un falso positivo o a una miseria ajena, mejor, te aferras al pronunciamiento en contra de las tendencias, de la moda; finalmente caes en su dominio y, como todo el mundo, te la tiras de diferente sólo porque ese clamor ahogado de tu ser ha de volcarse en alguna clase de indiferencia intelectual propia de un pseudocrítico. Pero te envicias, te lo crees, y ahora tu creencia habla más duro que tu carencia… atrincheras ése arquetipo… hasta que eres engullido en una especie de dilema, una parábola sin fin y te vuelves visceral. Entonces, con unos zapatos de marca, o con un trago muy trendy en la mano; te quejas de los ignorantes que no ven lo que se supone que tu sí… ¡y pensar que sólo tenías que desahogarte!

martes, 10 de febrero de 2015

Mainstream


Saludos, muchachos. Hoy como cada mañana, he venido a dejarles mi selección de titulares a propósito de las vicisitudes  por las que está pasando la nación. Un sinfín de muertos que suman puntos a las razones por las cuales, durante el día, siempre me quejo; y es que cada día son más y más: la inseguridad nos está matando, y no es una sensación (de hecho esto es cierto, pero el delirio no trata de eso; simplemente, un tema de respeto para aquellos dolientes que no ven sus muertos en números si no en nombres y vivencias, y que de ahora en adelante, sus vidas ya no serán como solían ser…) Las tablas comparativas nos dicen que este año y para esta fecha, ya se trata de casi el doble de víctimas con respecto al año anterior. Y es que la administración es pésima, pero espera, tenemos también estos amigos que la defienden, seguro están ciegos. Según ellos eso es culpa de la incultura, del capitalismo voraz que consume al pueblo en drogas, alcohol y consumo de necedades. Pero bueno, no vamos a entrar en discusión con ellos, por más que sea, son nuestros amigos de toda la vida. Ayer acompañé a unos activistas y pudimos captar al menos unas diez fotos de gente haciendo cola para conseguir productos de la cesta básica. Qué calamidad, sinceramente. Hay analistas que dicen que ya esa gente está harta, que un día va a colapsar y ese día pues el gobierno temblará. La semana pasada intentamos por horas hacer un consumo en divisas, esa migaja que nos dan por ciudadano y, no pudimos; según leí: el gobierno no ha bajado los recursos. Demasiada ineficiencia y desorden, no entiendo cómo hay gente que los apoya… ah, sí: resentidos. Gente que disfruta ver que a otros les va mal… Bueno, hoy es la rumbita esa de despedida de las chicas, ¿cierto? Bien. Allá nos vemos. Hay que cuadrar algo chévere, miren que ya tenemos los carnavales encima. Tenemos que ir comprando las cosas desde ahorita, qué y que van a dictar ley seca. Nos llevamos las nominadas; las películas: sí, las conseguí todas. Mi carro está dañado, pero yo resuelvo eso, tranquilos. Lleven musiquita que después no quiero queja de que sólo pongo lo que a mi gusta… (No es ánimo de estas líneas el despotricar de lo que podría considerarse: una conducta convencional. No. En lo absoluto. El presente delirio tiene como finalidad, si es que se logra, el mostrar que el día a día es la mezcla de vivencias personales contadas en primera persona, y que los hechos que nos agrupan por la vía de la afectación, difícilmente se ponen en perspectiva. Pero por qué, me pregunto, y quizás también puedo responderme: porque tenemos un asunto con la velocidad, velocidad ésta que nos lleva al tiempo…

El hecho noticioso se nos desborda por todos los dispositivos electrónicos. La publicidad también. En más de una oportunidad he escuchado eso de que: somos lo que consumimos, y dentro del consumo, como fin de la economía, también se encuentra lo que leemos. La lectura también funge de canal a la hora percibir. Entonces nos vamos a la física: distancia es igual a velocidad sobre tiempo, y si como leemos pensamos; afirmación también bastante discutida: pues por qué hemos de criticarnos tanto. La distancia entre nuestros pensares y actuares se percibe, tal vez, por una división entre la velocidad y el tiempo; factores éstos con que renovamos ansiedades…)


Saludos en letras

viernes, 6 de febrero de 2015

Fue o pudo haber sido


“Después de todo, nuestra modernidad, inmersa como está en la tecnología aunque irregularmente y dependiendo de dónde nos situemos en el mapa, es tan sólo el último capítulo de una larga saga que realmente comenzó con la separación gradual entre Io natural y Io divino a principios del Renacimiento. Es allí, en la ruptura fundamental entre un mundo espiritual y otro material que hasta entonces habían permanecido indisociables, que reside el origen de Io que en Occidente se llama modernidad…” Bajo las líneas y subo cierta curiosidad, una causa casual aparentemente: “Desde el punto de vista social, la construcción de infraestructuras supone diferentes repercusiones, ya que modificando el espacio que contiene las actividades económicas y las formas de vida, no sólo se afecta a la morfología territorial, sino también, y profundamente, a la sociedad: provoca o acelera la mutación de las estructuras y de las dinámicas de los colectivos afectados. El proceso de transformación social está determinado por el ritmo de la construcción y acusado por el hecho de tratarse de una intervención planificada por instancias externas…” Más adelante encontré que tal transformación social, puede ser irreversible. Bien, he combinado dos lecturas; una causa casual aparentemente: Las construcciones, o lo que queda de ellas, nos hablan. Nos hablan con su edad, con su historia, y con su historia nos dicen lo que fueron (o pudieron haber sido) y obviamente: ya no son, dejaron de serlo…
“El Estilo Internacional conoció su momento entre principios de los años cuarenta y finales de los sesenta, cayendo rápidamente después en el desuso y el olvido. Estos últimos fueron lentos, pero seguros: a pesar de su lenguaje futurista, la arquitectura modernista se fue marchitando poco a poco, cambiando su colorido lustre por una erosión paulatina, versión urbana de esas ruinas que la jungla va lentamente recubriendo hasta hacerlas desaparecer casi del todo. De igual manera, esta arquitectura desapareció de vista, en parte porque sus propuestas ideales no se ajustaban a la realidad habitacional para la que fuera construida (el caso de los grandes bloques obreros, verdaderos enjambres aislados y alienantes) entrando en conflicto directo con sus usuarios, prisioneros de un racionalismo cuya integridad justificadamente vejaran; en parte porque la visión que le diera nacimiento fue prontamente superada, quedando así sus vástagos sometidos a la implacable competencia del tiempo y la moda. En suma, si bien las construcciones modernistas permanecieron en pie, lo hicieron a expensas de sí mismas: abiertamente abandonadas o simplemente ignoradas, pasaron a conformar una capa más del espeso tejido urbano, convirtiéndose en una especie de telón de fondo modernista frente al cual las ciudades continuaron evolucionando y sus transeúntes paseándose ciegos e indiferentes…”
Deliramos: caminamos por la ciudad y la ciudad nos muestra su evolución a través de sus ruinas, éstas últimas, construcciones de progreso de un tiempo que ya pasó. La ciudad vibra y nos transmite su sentir (quizás de ahí que tanta gente haya optado por la moda ésta de desear Buena Vibra, pero ese es otro tema) Captamos el mensaje y lo vivimos en idiosincrasia, en ideología; y luego sufrimos de ansiedad. Y por la ansiedad nos quejamos, y cuando las quejas son mudas ante los oídos de nuestros gobernantes, nos desesperamos, en silencio, frente a un dispositivo electrónico, consumiendo moda para consumar de algún modo el llenado de nuestros vacíos. Vacíos que pueden ser desgracias, y esto me recuerda a una canción de U2 en donde Bono canta: “en mis sueños ahogaba mis desgracias, pero mis desgracias aprendieron a nadar…” Una causa casual aparentemente: la canción se llama hasta el fin del mundo

Citas: http://www.celesteolalquiaga.com/modernidad.htm “Las Ruinas del Futuro”



jueves, 5 de febrero de 2015

«pero podemos creer que sí…»


Me gustó lo del espacio pensado. Eso de que el intelecto ve, se nos hace interesantemente borroso. Muchos puntos de vista, mucha miopía que ya los lentes ideológicos no pueden controlar…
El escrito que leía hablaba de los espacios: percibido, concebido y vivido, pero era un tema un tanto mucho algo como para gente más estudiosa y con más ganas de leer que de escribir, así sea que escriban mal; como quien les sirve éstas líneas y les agradece de antemano la paciencia y el decoro de poner sus ojos aquí. Dicho esto, prosigo: El ojo conoce, y cito: “es la principal vía por donde el intelecto puede apreciar plena y magníficamente la obra de la naturaleza” (…) “La alianza entre el ojo y el intelecto ha sido lo determinante entre nosotros, sin ignorar la concomitancia subversiva de [la] hipótesis, de prácticas y de búsquedas que, desde siempre, cuestionaron [esta suerte de] estructuración, aunque nunca lograrán reemplazarla como tendencia hegemónica «pero podemos creer que sí…» que hubo de marcar todos los condicionamientos culturales del espacio, desde las teorías más abstractas hasta las conductas cotidianas menos trascendentes. Nuestra visión nos ha abierto un universo geométricamente construido, y, a la inversa, la geometría ha ordenado nuestra visión y nuestro espacio…”
A propósito del espacio vivido extraigo que “El espacio habitado por el cuerpo propio es un espacio geométrico, abstracto, pensado por la conciencia…” además hay una frase interesante: “la perspectiva de la verosimilitud permanece felizmente bañada por el recuerdo de las perspectivas imaginarias…” y partimos al delirio: vivimos en una permanente dualidad que nos bifurca la percepción, dado el concepto de espacio que nos hace pensar y concebir según lo que nos dicen;  por ende, condicionamos la vista de nuestro intelecto, así como el conocimiento de nuestros ojos. Finalmente nos volvemos pasionales con el criterio y, compramos al mejor postor, unos buenos lentes que nos hagan ver el hábitat según la ideología de turno. «pero podemos creer que sí…»

martes, 3 de febrero de 2015

Miami Inc.




Nos mandaron a desalojar, sí, justamente cuando estaba comentando lo del papel higiénico y lo poético que era todo el asunto… no creo a estas alturas que alguien dude de ésta orquesta: estamos en el gran crescendo…  Lo poético, bien: el papel con el que nos limpiamos, luego de hacer lo que todo el mundo hace; nos llega del mismo sitio al que nos dijeron que no debíamos volver, ah, y si volvíamos, pues nos darían menos recursos…  Estamos en la calle, suponiendo, oyendo lo que otro dice para hacer nuestra propia versión de la historia: hay una amenaza, y una amenaza será un motivo, y un motivo servirá de pretexto. La orquesta ha de prolongar su crescendo y; esta noche, quizás mañana, volveremos a saber lo que ya sabíamos pero sin terminar de querer saberlo. Cómo, bueno: todos escuchamos a algún experto diciendo, luego de lo ocurrido, que se sabía que iba a ocurrir… regresan los resentimientos investidos de causas nobles para lucha por la justicia, y justicia ahora es que todos paguemos. Entonces la justicia tiene un precio. Pero no importa, porque ahora el precio es justo; y he ahí otro poema: una ley que justifica un precio, por cierto, para pagar el papel higiénico del que justamente estaba comentando cuando nos mandaron a desalojar…

viernes, 30 de enero de 2015

¿Queríamos equivocarnos?


Es curioso que para llegar a intuir, hayamos pasado por contemplar y por proteger, al menos eso se dice de su origen, pero, la verdad; tiene mucho sentido. Si nos ponemos a ver, la intuición no nos nace de cualquier cosa; suele haber un sentimiento en el asunto, probablemente en algunos casos, se trate de curiosidad, pero en general intuimos a propósito de alguien, o algo, de lo que sentimentalmente no nos apartamos… Sí. Tal vez ese algo alguien alberga en nosotros alguna suerte de atesoramiento, y de éste último la contemplación, quién sabe. O quizás sea al revés y de tanto mirar y sentir, nos da por proteger. ¿Proteger de qué? ¿De quién? De lo que nos dice en silencio esa intuición… Ahora bien, por lo general los orígenes en las palabras nos relatan sus sonidos y sus significados previos (a la gente le da por asignar nuevos significados a palabras viejas, aunque estoy convencido que eso no es casual)  y bueno, da la casualidad que sospechar, también fue mirar, contemplar; entonces nos confundimos un poco: intuyo, luego sospecho o, sospecho, luego intuyo. Deliremos: queremos proteger, protegernos, quizás porque conocemos del posible daño, por lo general un daño perpetrado por nosotros, o un trauma, porque alguna vez fuimos víctima, entonces intuimos, sospechamos y corroboramos… y no nos equivocamos; ¿por qué? ¿Queríamos equivocarnos? Creo que no, pero sin duda es curiosa esa forma de mirar y de proteger…