viernes, 17 de enero de 2014

élloses y yos


No sé si se trata de un impulso por obedecer al instinto, o si los distintos trotan sin saber su impulso, pero mucho del todo se dedica a la impresión que queremos sembrar en otros a propósito de nosotros mismos… la vida nos brinda una amplia gama de yos para entregarlos cual suvenir a cada persona que nos topamos, circunstancial y permanentemente, con el tiempo, de inmediato… al parecer es como necesario, y necesario es también actualizar esos yos de vez en cuando… ¿por qué? Si existe la posibilidad de que nazcan por sí solos: élloses, nosótrosos… si tan sólo fuera una opción… pero así son las modalidades; se empieza como vanidad para ir llegando al requerimiento, un último que se vuelve primordial y no por primerizo. Secundamos al endógeno, al myself de nuestro cuerpo, por ahí hay unos cuantos que unas cuantas veces pretenden para unos pocos impresionados… ¿funciona? El ideal del rumbero, del intelectual, del que escucha jazz o al que le dicen rockero; un perfil al que nos debemos ajustar: como portar lentes de adaptación sin tener deficiencia en la vista, o la bufanda con pantalones cortos – debe ser que el frío da sólo en el cuello, quizás – un amigo se autoproclama desastroso, con orgullo, porque lo comedido es de tontos; tanto así. Pero de eso ya hemos hablado. Respetar sin repetir es la consigna. Quedémonos con los yos del amor, que esos no hace falta actualizarlos, el recuerdo tiene su encanto…

No sé si se trata de un impulso por obedecer al instinto, o si el trato con el instinto sea obedecer por impulso, el todo sin sus muchos sugiere una impresión, pues la apatía debe molestar cuando la elección pierde entre sus mayorías. Por permanencia o por circunstancias, no es necesario sucumbir, sólo cuando se quiere, y estando consciente de ello, todos nosotros… ¿Que no es una opción? Pero si éstas no son necesidades, el deber es que la moda sea menos requerida, pero es que Ay, hay tanto qué elegir – mucho más de los yos que tengo – lo político es también social y por ahí mejor me agrupo, en los ideales. Un amiga se autoproclama de una tendencia, y así empezó a repetir consignas y titulares de papelera, con orgullo, porque hay tanto en lo comedido, tonto; sí. Pero de eso ya hemos hablado. ¿Repetir y respetar es la consigna? Quedémonos con los yos del odio, que la molestia, con el tiempo, se vuelve indiferencia…

No sé si se trata de un impulso por obedecer al instinto, pero los de ellos se parecen mis yos, sin agruparnos pues porque todo lo real es ahora virtualizado, sin relativos, absolutamente. Así que yago aquí: hablándole al viento para que me devuelva unos cuantos suspiros, para dejar de ser a quien ya había aceptado y que sigue a mi lado; el myself que nadie ha conocido y que sigue en mi cuerpo, el que podía elegir pero ha perdido por prescripción, la mayoría se expresó; y ahora salgo del baño a seguir rumbeando a pesar que me digan rockero por escuchar jazz y tonto por comedir en la política. El recuerdo tiene su encanto…



miércoles, 1 de enero de 2014

Te amo tanto como si fuera digno de tu amor…


[Dice el amante a su amada, cuando ésta yace enferma y por morir] —Ahora me demuestras lo cruel y falsa que has sido conmigo. ¿Por qué me desdeñaste? ¿Por qué hiciste traición a tu propia alma? No sé decirte ni una palabra de consuelo, no te la mereces... Bésame y llora todo lo que quieras, arráncame besos y lágrimas, que ellas te abrasarán y serán tu condenación. Tú misma te has matado. Si me querías, ¿con qué derecho me abandonaste? ¡Y por un mezquino capricho que sentiste hacia Linton [el marido de la amada]! Ni la miseria, ni la bajeza, ni aun la muerte nos hubieran separado, y tú, sin embargo, nos separaste por tu propia voluntad. No soy yo quien ha desgarrado tu corazón. Te lo has desgarrado tú, y al desgarrártelo has desgarrado el mío... Y si yo soy más fuerte, ¡peor para mí! ¿Para qué quiero vivir cuando tú... ? ¡Oh, Dios, quisiera estar contigo en la tumba!

—¡Déjame! —respondió Catalina [la esposa, y también la amada] sollozando—. Si he causado mal, lo pago con mi muerte. Basta. También tú me abandonaste, pero no te lo reprocho y te he perdonado. ¡Perdóname tú también!

[El amante replica] —¡Perdonarte cuando veo esos ojos y toco esas manos enflaquecidas! Bésame, pero no me mires. Sí; te perdono. ¡Amo a quien me mata! Pero ¿cómo puedo perdonar a quien te mata a ti?

 

Emily Brontë

Cumbres Borrascosas



martes, 31 de diciembre de 2013

Limpieza en pareja…


Quise recordar pero se me olvidaron algunos detalles. Generalmente lo mejor era lo peor, pero siempre los besos complacían y por eso nos amargábamos, porque el habla terminaba mudo y la protesta se vertía entre caricias ciegas que nos provocaban la vista, así es el buen tacto, perverso, excitante, de manera que la pelea se aplazaba, o más bien cambiaba de contexto, nos provocaba cansarnos y ya descansados pues, ¿de qué era que estábamos hablando? Nada, puro aire, sueño y bocanadas… luego venía el amanecer y las rutinas, y con ello, cierta melancolía, o rabia, no sé, a ti te gusta el conflicto y a mí la tristeza: una batalla épica, pero sin el bien ni el mal puesto que el dolor y la controversia se agarran de las manos, y cuando se enfrentan, hacen de los cuerpos un poema de vuelta y vueltas… Así nos vamos y venimos, entre el sollozo y el rechino de los dientes. Guiones aprendidos al derecho y al revés, para repetirlos a placer, pero sin obra, porque el desenlace es un nuevo comienzo… Se tachan los días y se acercan los compromisos, y los tenemos encima, pero no como nuestras pieles con almohadas, ahí sí que nos cumplimos… un día el argumento pudo más y…, y empezó el distanciamiento, la verdad se hizo quehacer para lo ya bastante irresponsables que nos volvimos, por eso seguimos sin regresar aún, sin tocarnos, y llenos de deudas, con el alma y con el resto, sí, restos también, pero somos cenizas ¿no? Todo es cuestión de volver arder, sin excusas, sin terceros, las nuevas pieles suman pero no consumen, no al menos como los detalles que quise olvidar pero ahora recuerdo, y generalmente – específicamente – lo peor era lo mejor: qué sea el beso la consigna, y si quieres, a las rutinas, les dejamos lo triste y lo molesto, al fin y al cabo, compromisos siempre va a haberlos…

sábado, 21 de diciembre de 2013

El hocico del cerdo…


Suelen las palabras describirnos a las personas, y bueno, al parecer, suelen los picos llevarnos a los rostros, por un tema etimológico… cosa de que, por las caras, nos vemos las muecas como si estuviéramos frente a un espejo, pero el espejo no es muy bueno para reflejar los pensamientos, la gente tampoco, pero hay un tema pedagógico aunque involuntario en el hecho…

Hay gente que está ahí y ese hecho nos lleva a asociar palabras como: disgusto, con esas personas, con sus rostros, con sus gestos y sus voces, y por así decirlo, sólo tienen que hablar y, cual hechizo; ¡bum! nos disgustamos… Un marido, una mujer casada. La frustración es un carrito chocón, tan ansiado a cierta edad, y en el parque de la vida, luego de pelearnos por el volante, nos quejamos de la situación. Entonces, la palabra toma forma de rostro, de gesto, nuevamente,  basta con ver al marido sonreír o proponer un brindis, para que el sabor amargo de una dudosa decisión, que en algún momento representó alegría, pues, se haga presente e invoque a la seriedad y a la tantas veces repetida auditoría de malos recuerdos. Y todo por qué; porque el rostro evoca, además, en este caso, la frustración se apersona… así vamos, poniéndole palabras a la gente; no todas son malas, claro está… la palabra goce, joy (como el inglés) se coloca en la mirada de algún amigo y sencillamente, él, o ella, sólo tienen que estar, simplemente estar, y nos agrada, nos sentimos bien, sonreímos de la nada (que es la forma más bella de sonreír) Pero no siempre es así, y lo malo, lo malo es que no podemos escoger en quién colocamos la palabra de agrado para que cuyo rostro nos brinde la alegría o la esperanza que necesitamos, por el contrario, quien más nos acompaña es quien lleva el peso del desagrado, como la mujer que le recuerda al hombre que ya no es niño, como la madre que le recuerda al hijo que no se ha emancipado, como el hermano que te recuerda que no eres feliz, como el amigo que te dice lo que no lograrás, todo con solo una voz, una simple mueca, con estar, con existir tan siquiera… y sí, es injusto, como todo lo humano…