Hay: “dos tipos de hombres mórbidos, los que vivían hacia atrás a fin de esquivar el presente con el que no podían, no sabían ni tenían la fuerza de lidiar, y aquellos que para no dejarse arrastrar por la dinámica incoercible del pasado, al que a su vez no podían, no sabían afrontar, se volcaban al futuro, pero no al futuro señalado por las vísperas y las brasas vivas del día siguiente al día después, que estando, lo que se dice, a la vuelta de la esquina, requería ser atajado con mayor presteza y denuedo, sino a ese largo corredor de utopías y ensueños por el que se colaba de todo: mitos, desvaríos, supersticiones, despropósitos, engaños, lo improbable y lo increíble de un poso de quimeras en el que ni uno solo de sus componentes hacía pie en el sufrido cuerpo del presente (…) El futuro no era más que un comienzo sin fin: pasado, presente y las liebres de la vida que por cualquier lado podían saltar (…) El pasado era largo y más que largo pesado, mientras el presente, del cual dependía todo futuro y sobre el que gravitaba todo pasado, era un entretanto de apelmazados instantes pronto difuntos: fechas, lugares, nombres dando vueltas en redondo (…) A cuántos, creyendo siempre que, por más que se tomara su tiempo, el futuro era progreso hacia una meta, no les sucedía despertar justo cuando pensaban que se había completado la órbita en que tendría que haberse realizado lo que se prometían (…) Lo que sucedía no se asemejaba nunca a lo que se tenía previsto. El futuro no tenía más punto de apoyo que el pasado (…) Como la vida misma, el futuro no se cuidaba de ofrecer garantías…”
Victoria de Stefano
Fragmento de Pedir demasiado…
Fragmento de Pedir demasiado…
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